Corría 1993 y el
avance de modernidad que suponía esa década se empezaba a sentir. Viedma
abandonaba un sistema analógico y ensayaba ciertas comodidades del modernismo.
Empezaba una etapa de
“boom” de varias cosas, como las radios de Frecuencia Modulada, que se
multiplicaron al punto de saturar el dial. Algunas de ellas incluso transmitían
desde lugares insólitos, como el comedor de una vivienda o un lavadero. O los
taxis, que habían dejado de ser azules y de techos blancos, ya no eran viejos
Valiant o Peugeot 404 y no estaban más en la plaza Alsina ni en la terminal de
calle Zatti, sino que habían pasado a ser blancos, modernos Fiat Duna, eran un
montón, habían montado plataformas en diferentes esquinas, se los podía llamar
por teléfono (ahora que mucha más gente tenía teléfonos tras la privatización
de Entel) y eran baratísimos (3 pesos a Patagones tarifa fija a Patagones y
bajada de bandera con cero fichas).
El salto de los 80 a
los 90 estaba ahí, en ese momento y lo vivíamos en plena adolescencia, en la
que además Viedma cambiaba su estética al tapar los históricos canales que hoy
son los cuatro bulevares.
En ese fervor, con
esos cambios, hubo un hecho que generó pavura en la Comarca. Pocas veces en la
historia contemporánea un tema generó tanta conversación, tanta controversia:
el caso conocido como “El fantasma de Patagones”, que si hubiera existido
Twitter en ese momento sería, sin dudas, un Trending Topic mundial.
Alguien dijo haber
visto una luz y eso solo alimentó uno de los mitos preferidos por Patagones y
Viedma. “A un chofer del Tele Taxi que iba cruzando el puente Viejo se le
apareció en el asiento de atrás la figura de un hombre y después desapareció”,
repetían muchos. Otros añadían que “es el espíritu del capitán de un barco
brasileño de 1827”, pero los más incrédulos decían que “es un negocio de la
parapsicóloga con una radio de Patagones”, aunque también lo mismo se decía de
los taxistas.
Al menos durante
cuatro meses cientos de personas concurrieron a la zona maragata ubicada entre
el Cerro de la Caballada y el cementerio para ver si podía ver al fantasma. Y
al mejor estilo Van Helsing unos cuantos llevaban estacas de madera pintadas de
blanco, como si en realidad estuvieran buscando a Drácula.
Era un verdadero
paseo turístico.
Para darle más
entidad al relato popular una conocida y hoy extinta radio de Patagones contaba
con una parapsicóloga, de nombre Nilda, quien sostenía la teoría de un espíritu
en pena que deambulaba en las noches. Por supuesto que había tantas versiones
sobre la leyenda como habitantes de las dos ciudades.
Las teorías sobre
fantasmas en Patagones no eran nuevas en ese momento de 1993. Cada tantas
décadas se hablaba de este mismo “fantasma” o de otros, como el del conocido
castillo Landalde. En realidad hay que aclarar que sobre este último siempre se
dijo que dentro del caserón habitaba el fantasma de una mujer.
Pero el espectro que
nos convoca es otro y hasta el mismo investigador naturalista francés Alcides
D’Orbigny, quien llegó a la Patagonia seis años antes que Charles Darwin, se
vio impactado con esta historia: la leyenda del Capitán Shepherd.
El Capitán Shepherd
El marino escocés
James Shepherd era el jefe de la escuadra brasileña que en 1827 intentó sin
éxito apoderarse de la soberanía argentina de la Patagonia en un ataque
repelido en nuestra zona conocido como “El combate del 7 de Marzo”.
Al parecer Shepherd
fue el primer enemigo abatido en las primeras horas del 7 de marzo. En una
pelea casi cuerpo a cuerpo un disparo le atravesó el cuello y murió a los pocos
minutos. Entre los corsarios locales, que conocían a Shepherd de otros puertos
y combates de Sudamérica, el Capitán era el blanco preferido no solo porque era
el jefe de los brasileños sino porque además poseía un valioso anillo que le
fue arrebatado segundos después de su último aliento. El capitán defendió hasta
último momento su amado anillo. Moribundo, le cortaron el dedo para
extraérselo.
Pero, ¿qué
significado tenía el anillo que el capitán de la escuadra del Imperio del
Brasil?D’Orbigny, quien en 1834 escribió su colosal obra “Viaje a la América
Meridional” había conocido prácticamente de primera mano el relato porque su
estadía en esta zona había fue apenas un par de años después del heroico combate.
Estuvo ocho meses en Patagones, exploró la desembocadora del río Negro y la
bahía de San Blas. Tomó contacto con los pueblos originarios, cuyas costumbres
describe en detalle, y narra una excursión a las salinas y la caza de ñandúes y
de focas.
D’Orbigny supo
entonces que el anillo, el combate y el dedo cortado completaban una historia
que había nacido años antes, en 1820, en la incursión por Perú del General San
Martín en la campaña de Thomas Cochrane.
Allí Shepherd había
conocido a una bella mujer, esposa de un acaudalado hombre del Perú. El Capitán
y la mujer vivieron un corto, apasionado y prohibido romance. Cuando el hombre
de mar fue contratado por las fuerzas brasileñas su amante le regaló un anillo
que significaba mucho más que un recuerdo, tenía otra carga, más fuerte, más
espiritual, más romántica. El anillo era la identificación con que estos
amantes prohibidos se reconocerían en el más allá. De hecho la mujer hizo
grabar estas palabras en el cilindro: “cuando seamos definitivamente libre, mi
alma reconocerá la tuya”. Pero la cláusula implícita era que si el marino
escocés se deshacía del anillo no podría ser reconocido por su amada más allá
de la muerte.
Y fue precisamente lo
que ocurrió. Aunque contra de su voluntad, Shepherd perdió, con el dedo, su
anillo y su posibilidad de encontrarse con aquella mujer. Por eso es que, dice
la leyenda, su alma sigue rondando Patagones en busca del anillo que, a
propósito, estaría aun por estos días en poder de una conocida familia
maragata.
Así mientras el ánima
de Shepherd en 1993 buscaba su anillo robado las radios de Viedma y Patagones
alimentaban el mito, la parapsicóloga Nilda ganaba clientes y los taxis tenían
un repentino arduo trabajo nocturno y llevaban a los curiosos con mochilas y
estacas a la zona del cementerio de Patagones y el Cerro de la Caballada por la
tarifa fija de solo 3 pesos.
22 noviembre 2024
Cultura