Solo 5 mujeres integran
fórmulas a gobernador y vice para las elecciones del 16 de abril en Río Negro.
Y de ellas solo una mujer encabeza. A 71 años de la sanción del sufragio
femenino, persiste una férrea asimetría de poder entre hombres que dirigen y mujeres
subordinadas.
Por mucho que hemos
conseguido avanzar las mujeres en materia de igualdad política, aún la
asimetría con los varones es pronunciada.
Este año, marcado por las
contiendas electorales (una especie de largo insomnio para la Argentina), será
unos de esos momentos privilegiados para observarlo. Las mujeres participamos
pero, si se mira bien, poco en lugares preeminentes, más bien en segundo plano;
esto que reflejan tan claramente las listas de candidatos que las distintas
fuerzas políticas presentaron en vista del 16 de abril.
Momento privilegiado para
observar qué hay de nuevo o, mejor todavía, qué hay de viejo en la política
vernácula. Aquellas viejas prácticas.
Pero para empezar -mejor–
por el principio: en 206 años desde que se declaró la independencia de nuestro
país y en 71 años desde que las mujeres votamos por primera vez, solo en 10
hubo una mujer presidiendo.
En toda nuestra historia
hubo solo 9 gobernadoras.
No han sido pocas las
elecciones ni son las mujeres una especie exótica. Sencillamente, no encabezan
fórmulas (se las invita al segundo tramo de boleta y en más); viven, en
general, en cargos ejecutivos y les cuesta un triunfo llegar al centro, desde
ciertos suburbios electorales.
Cómo será, que hubo que
votar (y de esto hace apenas 5 años) la Ley 27.412 de Paridad de Género, que
amplió a la mezquina Ley de Cupos del 91 para poder llegar. Y así y todo…
Tras las últimas elecciones
quedan hoy solo dos gobernadoras en ejercicio, Alicia Kirchner en Santa Cruz, y Arabela Carreras en Río
Negro.
Suele explicarse que para
acceder a cargos jerárquicos decisivos, las mujeres deben quebrar un “techo de
cristal”. Pero lo cierto es que lo que hay que quebrar no es solo un techo,
sino un edificio completo, cuyo cimiento son antiguos estereotipos y prácticas
excluyentes; eso que en términos generales, llamamos patriarcado.
En nuestro país, así la
política como los cargos de decisión en general, se juzga que son actividades propias de varones (una
deformidad atávica y por supuesto sin razón); cuestión que certifican de hecho
las pautas laborales (sobre quién recaen las tareas de cuidado, entre otras)
que afectan de forma dispar a las mujeres.
Los comentarios misóginos
florecen en el discurso electoral, en las coberturas mediáticas de las campañas
y gestiones de gobierno.
Comportamientos que ponen a
la mujer en situación de inferioridad. La masculinización o la banalización del
desempeño laboral, y el comentario que alude a lo estético, que no es otra cosa
más que una estrategia de descalificación disfrazada de halago.
Al ritmo actual, señala el
documento “Liderazgo y participación política de las mujeres” de las Naciones
Unidas, harán falta 130 años más para alcanzar la igualdad de género.
En Río Negro se definieron
las listas de postulantes para las elecciones del 16 de abril. Son 11 fuerzas
políticas y entre ellas, 8 alianzas, según consigna la página oficial del
Juzgado Electoral provincial.
Entre todas suman 16
candidatos a gobernador y vice, y de ellos solo 5 son mujeres. No solamente: de
las 5 mujeres únicamente Silvia Horne es candidata a gobernadora; las otras 4,
acompañan la fórmula.
Río Negro tuvo en su
historia solo una mujer en el cargo de gobernadora (Arabela Carreras, aún en
funciones), y hoy, en la generosa oferta electoral, apenas encontramos una
candidata. Juntos Somos Río Negro y Cambia Río Negro, que en la previa parecen
disputarse mayoritariamente los sufragios, son fórmulas integradas por varones.
Como se ve, las mujeres
tenemos derecho a votar desde 1951, pero eso no significa que tengamos igualdad
de oportunidades para ser votadas, ser candidatas o liderar partidos políticos.
Pero no miremos solo la
integración de las fórmulas que, a fin de cuentas es algo que no vuelca la
balanza. Lo que realmente pesa son los mecanismos que definen quiénes ocupan
todos los demás espacios, en los ámbitos legislativos y judiciales y también,
claro, en la empresa privada.
Hay una férrea asimetría de
poder entre hombres que dirigen y mujeres subordinadas. Detrás de cada gran
hombre, hay todavía una multitud de grandes mujeres postergadas.
¿Cuánto falta militar para
emparejar este plano inclinado?¿Cuánto para crear nuestras bases y
legitimarlas?¿Cuánto para empoderarnos y empoderar a nuestras
compañeras?¿Cuánto para formar las redes que nos contengan y nos permitan
transformar la lucha en experiencia para las futuras generaciones?
Hemos dado un primer paso. Lo demás llegará durante la marcha.
16 noviembre 2024
Opinion