Por su parte el sargento mayor Leandro Ibáñez, integrante de las tropas de Pacheco en la expedición al Río Negro comandada por el Brigadier Juan Manuel de Rosas, el día 5 de Octubre de 1833, según el parte victorioso que llevó el alférez Marcelino Crespo, “llegó al río Balchetas, para atacar y deshacer las tolderías del cacique Cayupán (que a pesar de su nombre mapuche que significa “seis pumas” era tehuelche septentrional puro emparentado con la familia Cual).
Por su parte, Deodat y Rey Balmaceda, exhumadores de las crónicas del viajero de origen gales Enrique Lybanus Jones, comentan sobre el particular que “En su mapa de 1885 figura indicado, uniendo los ríos Negro y Chubut un camino que llevó la caballada de Río Negro al Chubut que atraviesa el arroyo Balchitas, que llega al Atlántico con el nombre de Arroyo salado”. Indudablemente un error de observación dado que existen algunos mapas que con una línea pespunteada lo dan desembocando en el golfo de San Matías, desde sus lagunas en el bajo del Gualicho.
Claraz en el año 1885 escribe que “finalmente llegamos al arroyo de Valcheta (ya con V corta) y al paradero Yagep acchmatsch, el lugar donde se extiende el agua, porque allí el arroyo no está encajonado sino que se ensancha. (esta observación del reconocido naturalista daría sentido al topónimo: lugar donde el agua se desborda).
Continúa Claraz su interesante relato anotando que “es un salitral, de pastos salitrosos”. Y acota que “ni bien llegaron los indios, se echaron de bruces para beber agua, después de haber derramado algo hacia oriente como ofrenda al Dios. El valle en el cual corre el río tiene un cuarto de legua de ancho y pronto se estrecha. A lo largo del arroyo, carrizo; a derecha e izquierda, terreno salitroso como en Senillosa cerca de Bahía Blanca. En este salitral se encuentran pedazos (angulares) de pizarras cuarzosas y cuarzo, y maderas fósiles petrificadas (esta es la primera alusión al bosque petrificado de Valcheta). A menudo creemos ver escalones que son bien visibles. Las lomas a la derecha subiendo el río no son altas, más o menos como las del Río Negro, es decir de treinta a cuarenta metros. Al pie de estas colinas hay mucho salitre. Sólo el campo junto al arroyo tiene pastos buenos. El carrizo crece a todo lo largo del río, como también una maciega baja, luego un cardo que comen y que llaman Agehetech. Grueso llantén de agua, lengua de vaca, algunas totoras, sombreritos y berro forman la vegetación acuática. Mucho rimé (junquillo en mapuche, que lo utilizaban para provocar el vómito), hierbas y plantas como las que dan el color a las lomas de Bahía Blanca y luego viene la vegetación salina”.
Cinco años después, Musters observaba lo siguiente: “ese río está sujeto a grandes crecientes, como lo demuestran la maleza y la broza que colgaban de los arbustos y matorrales en todo el valle, dejados allí evidentemente por la inundación primaveral”.
El perito Francisco Pascasio Moreno escribía que “el valle o bajo Balcheta, en el descenso de la meseta, es pastoso, en invierno el agua llega hasta el pie del camino y en verano se aleja hasta las inmediaciones del paradero indio “langelu” (en mapuche “donde hay cadáveres”. Abunda el sulfato de sodio, pero esto no impide que en ciertos parajes sea aparente para la agricultura y en general para el ganado. El arroyo que corre encajonado del SO, jamás se seca”.
Por su parte el sabio Burmeister en el año 1888 menciona que “a seis leguas del pie de la altiplanicie y a orillas del arroyo Valcheta, que en ese punto tendría tres a cuatro metros de ancho, hallamos los toldos de los indios, los cuales se han rendido al gobierno nacional. Pertenecen a la nación pampa dos tribus de ellos, mandados por el cacique Pchalao y la otra por Sacamata, mientras que la tercera pertenece a la tehuelche, reconociendo como jefe al cacique Cual, después de la muerte de Juan Chiquichano, el gran baqueano de las comarcas patagónicas”.
“En este punto –continúa Moreno- el valle del arroyo Valcheta es extenso y fértil, habiendo sido hechos algunos ensayos de agricultura por parte de los indios, obteniendo con buen éxito maíz, zapallo y cebollas. Los indios, cuyo número pasa de doscientos han conservado sus antiguas costumbres, y celebran las ceremonias que sus padres observaban; entre ellas la fiesta de la pubertad de las jóvenes, a pesar de haber sido bautizados por un sacerdote católico y llamarse ellos cristianos”.
Hasta aquí esta pequeña semblanza del valle de Valcheta antes de las corrientes inmigratorias, el tendido de la red ferroviaria y la formación de la colonia agrícola, que es ya historia más cercana y conocida.
Jorge Castañeda
Escritor - Valcheta
25 noviembre 2024
Opinion