Sucede con los grandes personajes de la historia, pero
también con los más cercanos, los más íntimos, que para cada fecha que refiere
a sus vidas, cada aniversario evoca, y la memoria traduce hechos en recuerdos,
sentimientos en palabras, y puebla de imágenes la ausencia.
Íntima y trascendente, ambas fue Eva Perón.
Vidas que exigen siempre una nueva biografía; vidas que
el tiempo no da por terminadas, como si aquellos y aquellas se hubieran quedado
a la hora de la muerte todavía con más verdades por decir.
Las 20,25.
Es de los pocos y únicos casos en que la historia retiene
la hora. Y aún, en que esa hora expresa en cuatro números tanto, si no todo –o
casi todo– lo necesario para comprender de dónde viene y hacia dónde va un
país.
El 26 de julio de 1952 no era un típico día de invierno
en Buenos Aires. Era el húmedo, pesado atardecer de un sábado. Pero a las 20,25
hubo un salto en los relojes, esa cifra imborrable marcó de pena los barrios;
agitó las llamas de las velas en los altares populares. Sobresaltó a la clase
media, retembló en la Zona Norte y se hundió en el corazón del país.
No hay modo de no enterarse.
Las 20,25, hora en que la Jefa Espiritual de la Nación
pasó a la inmortalidad. Durante más de tres años en punto se escuchó por Radio
Nacional.
Entre julio y noviembre de 1948, el diario Democracia
publicó 15 artículos escritos por Eva. Todos refieren a su comprensión de la
política; al lugar que debía ocupar la mujer; a la definición y el resguardo de
los derechos de los postergados; a su rol como lideresa de un movimiento de
masas; la ayuda social; la posición argentina en el plano internacional, y la
niñez, entre otros desvelos.
Uno de esos artículos se titula “La justicia social se
consolida con una mayor producción”. Y otro, “Hacia la total emancipación de
los descamisados del campo”.
Escrito un año después de la promulgación de la Ley de
sufragio de la mujer, y un año antes de la fundación del Partido Peronista
Femenino, en el primero de estos textos Eva Perón les habla a las mujeres de su
pueblo, titula “Por qué soy peronista”, y dice:
“En la lucha todos tenemos un puesto y esta es una lucha
abierta por el ser o no ser de la Argentina. Luchamos por la independencia y la
soberanía de la Patria, por la dignidad de nuestros hijos y de nuestros padres,
por el honor de una bandera y por la felicidad de un pueblo escarnecido y
sacrificado en aras de una avaricia y un egoísmo que no nos han traído sino dolores y luchas estériles y
destructivas. Si el pueblo fuera feliz y la patria grande, ser peronista sería
un derecho; en nuestros días ser peronista es un deber. Por eso soy peronista”.
No alcanzan todos los homenajes para contenerla. Para recordar a Eva Perón, es imprescindible reconocerse cada día en la palabra, alzar los brazos, continuar ese mismo camino. Aquellos que la niegan saben ya que no será posible quitarle nunca su memoria a la eternidad.
16 noviembre 2024
Opinion