La ausencia del presidente, Camarista Dr. Bustamante que priorizó otros compromisos en la ciudad de Viedma, facilitó aún más el desorden. Es nula, vuelvo a decir, porque no cumplió con uno de los preceptos fundamentales sobre el que se debe basar la misma, que es la discusión, la ponderación de la prueba, el análisis de la acusación, la posibilidad de que un consejero pueda escuchar los fundamentos del otro, convenciéndose o convenciéndolo.
Los votos de la mayoría, aparecieron mágicamente escritos 2 horas antes, de su impresión definitiva. Los de la minoría, estuvieron a disposición muchos días antes. Los abogados y Betelú se desesperaban por leer lo que iban a firmar, vaya uno a saber de qué autoría. El presidente en medio del desorden reinante, pidió que se expresen por cada cargo. Se leyeron “las letras” que los identificaban y cada uno se expresó escuetamente, con un contundente “rechazo”, por el no sostenimiento del cargo. Allí comprendí que habíamos perdido ampliamente, las que sosteníamos el mal desempeño del juez, no solo la posibilidad de condenarlo y hacer justicia, sino la oportunidad de discutir, de deliberar. Allí nadie quiso, y de hecho lo lograron, discutir nada.
Después de eso lo nuestro fue un monólogo, que no tuvo respuesta. Las cartas estaban echadas, lo estuvieron siempre, desde el principio. Todo fue una farsa. Había que salvar a Iribarren, tal lo convenido hace muchos años atrás. Se negaban a leer la Sentencia, querían leer solo el resolutorio, a lo que me opuse. Todo estuvo impregnado de intrigas e intereses subyacentes, escondidos, mezquinos, mundanos. Como una maldición que no termina, que no tiene fin, el Juicio político del Dr. Iribarren siguió a lo largo de su desarrollo y en su final, el mismo derrotero que la investigación que le dio origen.
Durante esos días del juicio, allí en la ciudad judicial de Gral. Roca (donde jamás debió hacerse el mismo) allí digo, rondaban magistrados ansiosos que en lugar de estar en sus despachos haciendo sus tareas diarias, se clavaron en las sillas dispuestas para el pueblo, como escrutando el trabajo que hacíamos, intentando presionar, desde luego a los abogados. Incluyo la esposa del juez que no dejó un solo momento de gesticular ante cada cuestión, mandando mensajes de aprobación o reproche, con sonrisas sobradoras en algunas oportunidades, dirigidas con toda sospecha a los abogados que litigan ante su estrado. Es jueza camarista laboral, compañera del Dr. Diego Brollini en dicha Cámara, me refiero al consejero que juzgaba en ese momento la conducta de su esposo. Con la Dra. Gadano en el público, el Dr. Brollini como Juez, ¿qué habrá pasado con la atención de la Cámara Laboral por esos días? Por decoro la magistrada debió abstenerse de tanto protagonismo.
Con estupor advertí que entre el público, además del Dr. Gauna Crueguer (que según me indicaron era veedor y no entiendo cómo concilia desde el punto de vista ético esa condición y la de integrante del mismo Consejo de la Magistratura que vigiló), la Dra. Maria E. García, el Dr. Chirino, y aún con mayor estupor, advertí también que se encontraba el juez de Viedma, Dr. Bernardi. Todos los abogados de Viedma y sus colegas del poder judicial saben de lo atrasado de su despacho, y del atraso del que es coparticipe por partida doble, en el Juzgado del ex Juez Funes.
El Colegio de Magistrados de Río Negro, presionaba antes del dictado de la Sentencia con comunicados más propios de la barra brava de un club deportivo, que de hombres y mujeres que tienen la facultad de decir el derecho que le toca a cada ciudadano rionegrino. Dentro del ámbito edilicio donde nos desempeñábamos los consejeros, también sobrevolaron las intrigas, los intereses políticos, las connivencias policiales, las venganzas, los vueltos, los amoríos intra Poder Judicial. Allí no escuche estudio y dedicación para la valoración de la prueba que hacía al derecho del juez acusado a tener una sentencia justa, allí escuche que durante toda su carrera dependió del Dr. Verani, a quien beneficiaba, a través del tratamiento especial a sus seguidores barriales, según se expresó. Allí escuche, también, de sus acciones privadas. En fin, nunca llegó la oportunidad de que todos, sentados a la mesa, discutiéramos la cuestión de fondo.
De la nada, escritas vaya a saber por quién de todos los participantes de la postura mayoritaria, aparecieron los votos, largos y tediosos, que distrajeron con citas y testimonios vueltos a transcribir. En fin, que lograron su objetivo, el mensaje hacia adentro del poder: “Tranquilos mujeres y hombres que deciden sobre la fortuna, la libertad, la vida, en definitiva, de los demás, a ustedes no los toca nadie. “El mensaje hacia la sociedad no importa”, dijeron.
Todo lo dicho hasta aquí, puedo probarlo. Sé que pasarán unos días y nadie volverá a hablar del tema. Creen que desde sus canchas de golf, todo se verá diferente. Pero yo seguiré luchando para que esto cambie. Apoyo al gobernador y caminaré a su lado, promoviendo la reforma que propicia. Desde mi humilde lugar de consejera, seré cada vez más severa para la selección y más rígida en el juzgamiento.
Dra. Ana Ida Piccinini.
Legisladora consejera del Consejo de la Magistratura.
16 noviembre 2024
Opinion