Por cuarto año
consecutivo presenté mi declaración jurada de bienes e ingresos, sin tener la
obligación de hacerlo. Entiendo que, como dirigente de uno de los sindicatos
más grandes de la provincia de Río Negro y secretario general de un órgano
colectivo, tengo el deber moral de transparentar mi tarea para poder exigir a
funcionarios que administran recursos del Estado que también lo hagan.
Desde el año pasado
impulso por eso un proyecto de modificación de la ley provincial 3550 de ética
de la función pública, con la intención de que sea obligatoria la declaración
jurada para dirigentes que encabezamos organizaciones representativas. Estoy convencido
de que debe existir una fiscalización social sobre nuestra evolución
patrimonial y la de nuestras familias.
Esa ley, sancionada
originalmente en 2001, expresó un gran avance porque exigió por primera vez que
personas con cargos en el Estado provincial rindan cuentas sobre su patrimonio.
Y promueve que de manera voluntaria lo repliquen miembros de cuerpos colegiados
de conducción de asociaciones de trabajadores, empresarias, profesionales,
comunitarias y sociales. Pero nadie, sin estar obligado, lo hizo.
La dirigencia
sindical está desprestigiada y el poder se encarga de que eso ocurra diseñando
estereotipos y generalizando singularidades. También nos mide con distinta
vara: mientras la Justicia no va a fondo con los mansos propietarios de
millonarios inmuebles, otros hemos estado detenidos por protestar.
Más aún, el
presidente Mauricio Macri eligió como sindicalista más cercano a un hombre cuya
muerte desató una bochornosa disputa por su herencia: hoteles, empresas
agropecuarias, departamentos y cuentas en el exterior.
En la cotidianidad
del ajuste sobre el Estado y el salario de su personal, el Ministerio de
Trabajo elige de aliado a sindicalistas con sueldos de empleado público y una
colección de caballos pura sangre, billetera Louis Vuitton y participación en
la Sociedad Rural Argentina.
A propósito, se
difundió semanas atrás que el Poder Ejecutivo excluyó a dirigentes sindicales
de la obligación de realizar su declaración jurada patrimonial en el
anteproyecto de una nueva ley nacional de ética pública. ¿Por qué? ¿Prosperará
al menos algún tipo de fomento para que la presenten?
En un contexto de
connivencia entre un sector del poder político y la burocracia sindical,
depende de nosotros recuperar la confianza de la sociedad. El sindicalismo no
puede seguir siendo una isla exenta de control. En muchos casos, la actividad
gremial linda con la impunidad. No es exagerado sostener que existen dirigentes
ricos con representados pobres.
El "que se vayan
todos" no estuvo destinado solo a la dirigencia política, sino también a
una dirigencia sindical que en gran parte no se fue y se perpetúa en cargos con
fabulosos privilegios y fortunas imposibles de ser justificadas.
Quienes buscamos
transformar la sociedad debemos entender que estamos de paso en la conducción
de nuestras organizaciones. Que necesitamos administrarlas sin reproducir el
statu quo. Que no podemos tener un nivel de vida mejor a costa de nuestros
representados.
No cabe duda de que
este tipo de iniciativas son respaldas por el pueblo. Lo hemos comprobado. Está
en manos de los legisladores de Río Negro, y en diputados y senadores
nacionales producir cambios más profundos para alumbrar una nueva etapa.
No sé si he sido el primero, pero espero no ser el último.

23 diciembre 2025
Río Negro