Viajera sin tiempos: la viedmense que ya recorrió 50 países

"Cuando uno viaja tiene la mejor versión de sí mismo", dice Paulina Simone

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A sus 32 años Paulina Simone recorrió los cinco continentes, anduvo por casi toda Latinoamérica y los lugares más exóticos del mundo. El de esta viedmense es un espíritu libre, sin anclaje y con apenas "una mochila que pesa lo que puedo llevar". Se fue por primera vez fuera del país cuando tenía 22 años y estudiaba Comunicación Social en La Plata.

Esa puerta abrió todas las demás y su viajar incluye también vivir la vida de los habitantes de cada lugar, trabajar en sus ciudades, imbuirse de su idiosincrasia, alejarse de los estereotipos del turismo, conocer el lado B. Y además puede quedarse por tiempo indefinido “me voy sin saber cuando me voy a volver”, dice Paulina, quien desde hace poco regresó –temporalmente- a Viedma tras haber permanecido dos años en Malta.



“Desde los 18 años que no vivo en Viedma, a esa edad me fui a estudiar a Buenos Aires y después he venido a visitar, porque amo Viedma, pero nunca más a vivir”, comenta.

Agrega sobre su primera experiencia viajera que “mientras estaba estudiando hubo un año que me fui a Nueva Zelanda y a partir de ahí todo cambió”.

“Me atrajo Nueva Zelanda por varias razones, lo estuve investigando bastante antes y las posibilidades de visa de trabajo que ofrece ese país me parecía interesante. No la conseguí, pero decidí irme igual. Yo tenía muchas ganas de saber que había más allá de la Argentina, cómo era el mundo, el resto de los países y encontré en Nueva Zelanda un gran país. Creo que si alguien está por encarar un viaje largo creo que debería pensar en ir allí, porque la gente es muy hospitalaria y me ayudó un montón, y es tan fácil todo que en un momento pensé en cuál sería el momento en que me iban a engañar o por donde va la cosa”, cuenta Paulina, quien estuvo en el país de Oceanía por un lapso de nueve meses, en los que trabajó en la cosecha de frutas en el campo y, posteriormente, en una empacadora de fruta, similar a los galpones de empaque del Alto Valle rionegrino.



Agrega que “con el dinero que logré reunir trabajando en Nueva Zelanda me fui a recorrer el sudeste asiático”.

“Además pude llegar a India y a Tailandia, que siempre fueron lugares que me atrajeron mucho y haberlo podido lograr a los 22 años sin pedirle nada a nadie fue muy gratificante”, destaca.

Paulina afirma que en sus primeros viajes descubrió que “la vida que yo llevaba hasta ese momento era una sola, una sola entre infinitas que se pueden vivir y descubrir en los viajes y eso cambió mi forma de encarar la vida y era el momento de preguntarme si la vida que quería era la que tenía o la que estaba empezando a experimentar”.

En Nueva Zelanda vivió en un hostel, donde conoció a una japonesa de la que se hizo amiga y la invitó a su país. Hasta allí fue. “Fue increíble, tenía 22 años y apenas tenía Facebook, no existía nada de Booking o TripAdvisor y no conocía a nadie de mi entorno que hubiera estado en Japón, para mí fue un palazo en la frente”, dice.



Posteriormente los caminos la llevaron por Singapur, Malasia, Indonesia, Tailandia, Laos, Vietnam y Camboya. “La necesidad de conocer y de sentir me llevó a desarrollar un sentido de adaptación, porque me puedo adaptar a climas, a lugares precarios y a otras cosas. Tal vez la curiosidad me ha llevado a adaptarme a muchas cosas”, comenta Paulina, quien además destaca que, no obstante, lo importante siempre es poder conectar con la gente de cada lugar. “Hasta que vos podés conectar con la persona se necesita de tiempo, por eso yo viajo sin tiempo, para poder entender y conectar con la gente”, remarcó.

“Mi casa hoy es una mochila de 8 kilos, siempre voy llevando lo que necesito y si tengo frío me compro una campera, pero después para alivianar lo que me excede en la mochila lo voy regalando. Fui despegándome de las cosas materiales, no gasto mucho, no soy una gran consumidora de cosas, no necesito mucho dinero pero a la vez me autogestiono modos de supervivencia: he hecho artesanías, he vendido comida, he redactado artículos turísticos para Internet, he trabajado en hosteles y muchas cosas más”, explica.

Más tarde volvió a la Argentina, terminó sus estudios, se recibió, trabajó y logró reunir dinero para continuar con más viajes. Esta vez Latinoamérica era el destino.

Previo a ese viaje se fue a Sudáfrica. “Fui con mi abuelo, que tenía 87 años y siempre soñó con conocer África y logramos ir y fue uno de los viajes más especiales que hice”.



Su viaje por América lo inició en Bolivia. “Me quedé enamorada de La Paz, no me podía ir y me quedé un tiempo largo”, cuenta y después “empecé a subir por Perú” y junto a unas turistas francesas encaró el resto del viaje.

En Perú logró introducirse en la selva, en una ecoaldea, con una comunidad originaria “y en la que vivíamos en una choza, con una hamaca y un mosquitero para dormir, un arroyo que era nuestro baño y comíamos alimentos no procesados”. Paulina cuenta además que conoció allí a un chamán y tuvo una experiencia con Ayahuasca. “Fue una experiencia hermosa, de sensaciones”, describe.

Un par de semanas después continuó su viaje por otros países latinoamericanos, donde “encontré siempre gratas experiencias. Hay tanta gente buena en el mundo que no tenemos idea, lo que pasa es que las buenas noticias nunca salen en los medios”.



Paulina quiere ayudar a eventuales viajeros, brindarles su experiencia para que el viaje pueda resultar distinto a lo que ofrecen las agencias. Por eso arma su proyecto de consultoría viajera ‘Tips x Tips’, algo así como consejos por una paga mínima. Quienes quieran asesoramiento pueden escribir a tipsxtipstravel@gmail.com y allí ofrece su asesoramiento a los viajeros.

Paulina ama Viedma, a su familia y a sus amigos. “Cada vez extraño menos”, dice no obstante, con una tonada en la que se le nota su paso por el mundo y con una filosofía en la que lo material no es lo importante, como tampoco lo es el tiempo. Para ella lo importante es la gente, los lugares, las experiencias y el descubrimiento. “Cuando uno viaja tiene la mejor versión de sí mismo. Es un goce infinito”, remarca.

 

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