13 enero 2013
Viedma
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La nota completa:
A veces el tiempo y el espacio azarosamente confluyen para generar situaciones que dejan de ser utópicas y tienen la concreta posibilidad de transitar el mundo de los hechos para alumbrar una nueva realidad.
Cuando eso sucede la dinámica natural de los acontecimientos requiere de decisiones que gestan un nuevo ciclo; en el caso contrario, si las decisiones se demoran o no respetan la concatenación espontánea, se puede hablar de oportunidad pérdida, o en el mejor de los casos de rumbos diferentes distintos de los óptimos.
Mientras Bariloche copa la agenda política rionegrina amenazando con monopolizar energías, al menos por un trimestre la sucesión de Jorge Ferreira coloca también a Viedma en la primera línea. La principal ciudad de Río Negro y la capital de la provincia, a siete meses de las legislativas nacionales en las que se juega el proyecto re reeleccionista kirchnerista.
O sea, Río Negro en las vísperas de acontecimientos con repercusión nacional.
Desde el 83 el protagonismo de Viedma alternó buenas y malas y más allá de avances y retrocesos se puede concluir que fue creciendo su influencia en la política rionegrina. Pero se percibe, especialmente en los viedmenses, cierta fundada insatisfacción porque aún no ha logrado colocarse a la altura de sus antecedentes y menos aun de la expectativa que genera su condición de ciudad capital.
Explicaciones hay varias, pero las podemos resumir en un par de ellas.
Río Negro es un mosaico complejo, un Alto Valle con respaldo económico y electoral predominante y una Bariloche en constante crecimiento.
Viedma aparece en un tercer plano, que logra compensar con su condición de centro del poder político y administrativo. La segunda consideración tiene que ver con su dirigencia, que desde Edgardo Castello para acá no ha logrado emerger con liderazgos que superen esa debilidad electoral y económica. Desde el 83 todos los gobernadores han sido del Alto Valle, salvo Alvarez Guerrero.
Carlos Soria vislumbró el ocaso de un radicalismo gobernante paralizado, fracturado y declinante. Se plantó sobre ese caldo de cultivo ayudado por la brecha permanente entre el Alto Valle y Viedma, prometió que iba a terminar con la corrupción y holgazanería de la capital, descalificó e insultó a Viedma, pronosticó despidos masivos y cosechó el caudal electoral mayoritario haciendo epicentro en General Roca. No solo ganó, sino que inexplicablemente luego de la victoria revolvió el cuchillo en las heridas del orgullo viedmense. Ley de Disponibilidad, traslado de organismos al interior, caducidad de contratos, no pago a proveedores, condena al borde de la discriminación persecutoria a todo lo que tuviera aroma capitalino que injustamente generalizó asociándolo al radicalismo derrotado.
La soberbia y necedad de este planteo tiene un segundo capítulo que transcurre por estos días entre quienes suceden a Soria. Y una Viedma golpeada es apaleada en el suelo por quienes burdamente imitan al desaparecido gobernador para construir su poder transitando la misma hoja de ruta sin advertir que los tiempos y la paciencia, además de agotados, ya son otros.
Ahora hay que ir a buscar el voto de Viedma. Llegó la hora de Viedma, y se abre un interrogante tan apasionante como misterioso. ¿Estará Viedma, su gente y dirigentes, a la altura del desafío? ¿Asumirá que la historia la coloca exactamente en el punto en que estuvo con Castello, defendiendo su capitalidad y liderando un destino de provincia?
El radicalismo, a un año de su derrota, tiene la gran oportunidad generada por este cúmulo de circunstancias. La buena gestión municipal y el obstinado objetivo de preservar la identidad de Viedma ante los embates mezquinos del peronismo son el gran logro y legado de Jorge Ferreira. Un nada desdeñable punto de partida que deberá confrontar con el mediocre ninguneo del Gobierno rionegrino que ha terminado por desacreditar la escasa oferta dirigencial del peronismo en la capital.
Para el radicalismo la oportunidad de ponerse de pié con la confianza mayoritaria tiene un efecto multiplicador en todo Río Negro, pone en marcha un proceso de recuperación partidaria con escala en las legislativas de octubre pero con destino final en la renovación de las intendencias y gobernación en el 2015. El gobernador Weretilneck, que lo sabe y percibe, se cura en salud:‘en la elección de Viedma no se plebiscita la gestión del Gobierno provincial‘.
Desde la visión partidaria lo que está en juego es saber si muy en el fondo en el radicalismo sobrevive algo de aquella energía creadora y fundacional que lo llevó a erigirse en el más exitoso del país, protagonizando un proceso político que fue acompañado por veintiocho años por el voto popular, con gobiernos nacionales mayoritariamente peronistas.
Quizás en esta elevación de miras y la trascendencia que implica la elección de Viedma está el germen de la recuperación y el principio de un farragoso proceso de unidad que rápidamente deberá ponerse en marcha. La Unión Cívica Radical perdió en Viedma el liderazgo natural de su exitoso intendente, no tiene el Gobierno provincial para que desde ese escaño trabaje la salida, ordene la fila y marque el camino. Solo le quedan un conjunto de dirigentes que, con grandeza e inteligencia, deben generar las condiciones para sentarse en la búsqueda y construcción de la unidad que permita atrapar y construir la proyección hacia una recuperación del protagonismo con el objetivo de ser gobierno en tres años. Pero esta vez, por primera vez desde la recuperación democrática, puede ser liderado por Viedma. Así lo debe entender el resto del radicalismo rionegrino y ayudar en Viedma, porque estará ayudando al éxito del conjunto, a sus propias éxitos.
Es natural que no todos estén de acuerdo con este razonamiento, con otra visión, lo que comprende obviamente a los seguidores del Gobierno provincial. Pero una cosa nos junta a todos, sin duda alguna: la elección de Viedma será lo más importante luego del triunfo y muerte de Soria, y podrá poner en marcha un nuevo ciclo político en Río Negro. O consolidar el actual.
Y por esas cosas de la política, la llave la tiene la Union Cívica Radical.
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Viedma