En política se eligen “proyectos”, es decir, propuestas del país que queremos, y los medios para lograrlo. Como grupo de curas, no imaginamos ni queremos un proyecto que no pretenda ser cada vez más inclusivo, en el que los pobres sean no solamente destinatarios de buenas políticas sino verdaderos protagonistas.
En un “proyecto” se tiene en cuenta de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde queremos ir. Invitamos a todas y todos a recordar las consecuencias funestas del neoliberalismo de los 90, continuación de lo empezado en la dictadura cívico-militar, y alertamos ante los intentos visibles o encubiertos que pretenden que volvamos a esa “noche oscura”. No hace falta demasiada memoria para recordar cómo ese proyecto hundió el país y provocó hambre, desocupación, injusticia, desigualdades y muerte.
Reconocemos muchos logros en nuestro momento presente, como la recuperación de la producción y el empleo, el mejoramiento de los principales indicadores sociales; la discusión del salario en paritarias; la Asignación Universal por Hijo y madres embarazadas; el plan Conectar Igualdad y el plan ProCreAr; una más justa movilidad jubilatoria, y la recuperación de la jubilación solidaria; el lugar dado a la Educación y la importancia que las escuelas primarias y secundarias tienen a lo largo y ancho del país: en 10 años se sextuplicó el presupuesto educativo y se crearon nueve universidades públicas y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva; la mayor presencia del Estado en inversiones para beneficio público y control de la actividad privada o en la re-estatización de algunos servicios, ya que las empresas deben servir a un proyecto de país y no a los arbitrios del capital.
Sabemos que falta mucho todavía. Observamos limitaciones en lo referido a la desvalorización del poder adquisitivo del salario afectado por la inflación y la necesidad de una más justa distribución de la renta y la movilidad social ascendente que siga disminuyendo los niveles de pobreza; la incidencia negativa del empleo no registrado, aun cuando se ha reducido significativamente desde fines de 2003; el acceso a la vivienda y la tierra como derechos constitucionales por encima de las imposiciones del mercado.
Como creyentes cristianos que somos no podemos olvidar la Doctrina Social de la Iglesia a la hora de decidir un voto. Y en estos valores podemos coincidir también con muchos no cristianos o no creyentes de nuestra patria. No podemos pensar en votar proyectos basados en la autodenominada ortodoxia económica del libre mercado. El proyecto económico liberal se opone a la mirada cristiana, ya que la libre competencia y la acumulación de lucro se convierten en absolutos en pos de los cuales “se sacrifica todo, acentuando la desigualdad y la marginación de las grandes mayorías” (Puebla 194). Un proyecto inclusivo no consiste en dar migajas a los pobres, porque “no se trata sólo de dar lo superfluo a quien está necesitado, sino de ayudar a pueblos enteros -que están excluidos o marginados- a que entren en el círculo del desarrollo económico y humano; esto será posible no sólo utilizando lo superfluo que nuestro mundo produce en abundancia, sino cambiando sobre todo los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad” (Centesimus Annus 58). El papa Francisco ha señalado también que “la adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y un objetivo verdaderamente humano” (Discurso a los embajadores de Kirguistán, Antigua y Barbuda, Luxemburgo y Botswana, 16/5/2013).
Los cristianos no podemos votar proyectos basados en el liberalismo económico que acentúen el individualismo y la primacía de la ganancia personal. Hemos de fijar la mirada en proyectos colectivos e inclusivos, con fuerte presencia del Estado como garante de lo público y regulador de la igualdad de oportunidades desde la justicia social y el bien común, ya que la propiedad privada no es un dogma intocable, debe tener un sano límite impuesto por la necesidad de todos. Dice el Concilio Vaticano II que “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para el uso de todo el género humano. Por consiguiente, los bienes creados deben llegar a todos de una manera equitativa, dirigida por la justicia y acompañada por la caridad” (Gaudium et Spes 69). La propiedad privada es un derecho secundario, el único derecho natural primario es el destino universal de los bienes. Para Jesús de Nazaret la acumulación de ganancia no puede ser un fin en sí mismo, los bienes deben circular, y la economía no puede estar desconectada de la sociedad: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; ¿y para quien será lo que has acumulado?" (Lc 12,20)
Sabemos que en una campaña electoral muchos candidatos y candidatas intentan convencer al público que resolverán todos los problemas (apoyados por asesores de imagen venidos del ámbito del marketing publicitario que venden tanto electrodomésticos como personas), pero son en realidad globos inflados sin sustancia o sin proyecto visible y público. Invitamos a nuestros hermanos y hermanas a escuchar propuestas y no slogans pegadizos y agradables a los oídos pero vacíos de contenido como cuando se habla livianamente de la "inseguridad" o de "la plata de los jubilados". Recordando que estas elecciones definen cargos legislativos y no ejecutivos, alentamos a los candidatos a expresar a la sociedad sus ideales, sus proyectos y el modelo de país que defienden. Debemos exigir como ciudadanos que los candidatos propuestos digan clara y explícitamente qué van a hacer, cómo lo van a hacer, y con qué recursos, y que –escuchando atentamente- sepamos elegir la propuesta que según nuestro criterio, mejor defienda a los pobres. Si bien es cierto que la corrupción y la deshonestidad pueden opacar las buenas ideas e incluso frustrarlas y se debe trabajar para erradicarlas, tampoco podemos caer en la tentación -inducida por muchos- de desestimar el decisivo valor de la política como herramienta necesaria para construir futuro. Si se imponen conceptos (con cierto fundamento en la realidad pero superficiales) tales como “los políticos son todos corruptos”, estaremos abonando el terreno para las ideas autoritarias, economicistas, antipopulares y antidemocráticas.
Deseamos fervientemente una jornada electoral desarrollada como fiesta democrática, en armonía y en paz, sin menospreciar la enorme alegría de vivir en libertad para expresar nuestras ideas y convicciones políticas a través del voto.
Grupo de Curas en la Opción por los Pobres
Octubre de 2013
16 noviembre 2024
Opinion