4 de febrero, Día Mundial contra el Cáncer

La prevención y la detección precoz son clave

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En Argentina se detectan 126 mil casos nuevos de cáncer por año -sin contar los de piel no melanoma-, lo que representa 212 tumores cada 100 mil habitantes. Esta incidencia es considerada de nivel medio-alto a nivel mundial.

Las cifras oficiales, recopiladas por el Ministerio de Salud en base a datos del Observatorio Global del Cáncer, muestran que el cáncer de mama es el más frecuente: se diagnostican 22 mil por año. Es la principal causa de muerte en mujeres y se estima que una de cada ocho será afectada por la enfermedad en algún momento de su vida.

Ante este escenario, y en el marco del Día Mundial contra el Cáncer, el mensaje de los expertos es claro: la principal herramienta para hacerle frente es la detección precoz.

“En estadios iniciales, el cáncer de mama tiene una curación del 90%. Esto se logra con el control periódico, la consulta al mastólogo, de acuerdo a cada edad y antecedentes, y el apoyo de los métodos complementarios. Estos son los únicos que nos alertan cuando la enfermedad no se hace presente en forma sintomática”, afirma Luciano Cassab, vicepresidente de la Sociedad Argentina de Mastología.

La pandemia generó un quiebre. No sólo atravesó nuestras vidas, limitando las actividades diarias y modificando nuestros hábitos. El coronavirus también postergó la atención de otras patologías. Durante los primeros meses de cuarentena, por ejemplo, sólo el 40% de las mujeres hizo sus controles mamarios y se concretaron apenas el 35% de las operaciones de cánceres de mama. Hoy, a casi dos años de la notificación del primer contagio de Covid en Argentina, sus efectos están a la vista.

 

Menos consultas y cuadros más avanzados

El confinamiento obligado por la pandemia no sólo alejó a los pacientes de los consultorios: además sumó situaciones de riesgo. “Las enfermedades no transmisibles continuaron su desarrollo en cuarentena, con el agravante del sedentarismo, la escasa o nula exposición al sol con bajas de vitamina D, la mala alimentación, un significativo aumento del consumo de alcohol y tabaco, sumado a la inestabilidad emocional”, detalla el doctor Cassab, quien es también Jefe de la Sección Mastología del Hospital Prof. Dr. César Milstein (ex Hospital Francés).

La caída en las consultas impactó en todas las instancias de atención: el diagnóstico, los controles y el  tratamiento de pacientes en seguimiento. Esto impulsó nuevas estrategias de parte de los médicos. “Elaboramos un plan de prioridades. Las pacientes ya diagnosticadas, y que requerían una cirugía en forma urgente se hacían con protocolos estrictos. Pero a medida que subían los casos, comenzamos a realizar tratamientos neoadyuvantes, es decir que en aquellas pacientes que requerían cirugía y luego tratamiento con quimioterapia, comenzábamos al revés, para evitar hospitalización y así dejar pasar el pico de la ola”, explica.

A pesar de estos esfuerzos, ante la reducción de los aforos, se postergaron algunos meses las cirugías oncológicas iniciales y las consultas cayeron a la mitad durante la primera ola de la pandemia, a mediados de 2020. El efecto de estos retrasos salió a la luz en 2021. “Nos encontramos con tumores más avanzados, sintomáticos”, advierte Cassab.

Aunque el temor a la covid-19 aún sigue instalado en mucha gente, el avance de la vacunación y el mayor conocimiento sobre los cuidados permitió que de a poco la atención retomara su ritmo normal.

“Vivimos una pandemia, que aún estamos transitando, el miedo nos paralizó, teníamos mucha información, y poca claridad de conceptos. Lo nuevo paraliza y de esto tenemos que aprender. Con los recaudos necesarios y todas las medidas de prevención ya instauradas, los controles en salud deben continuar. Las pandemias pasan, seguro que dejan secuelas, a veces irreparables, pero las otras patologías no se detienen, hacen estragos silenciosos y eso es lo que no debemos permitir”, sostiene el doctor Cassab.

 

Una mirada a futuro

Los expertos coinciden en remarcar la importancia de retomar los niveles de atención previos a la pandemia y desde allí, seguir avanzando. Lo fundamental, explican, es tomar conciencia de que el cáncer de mama es una patología prevalente, con una alta incidencia. Antes y después del Covid, la consigna es la misma: la mejor herramienta es el diagnóstico precoz.

El primer paso es conocer y cumplir con los chequeos mamarios previstos para cada edad:

En mujeres sin antecedentes ni síntomas, se indica una mamografía anual a partir de los 40 años. De acuerdo a las características personales, el mastólogo podrá considerar acompañarla de una ecografía.

Cuando la mujer presenta síntomas o algún tipo de anormalidad en las mamas, puede ser necesario comenzar antes la rutina de estudios con imágenes o realizar un seguimiento más continuo.

En caso de ser portadora de una mutación genética, se incorporará una resonancia magnética nuclear mamaria a los estudios de control.

En mujeres con antecedentes de primer grado (madre, hermana o hija con cáncer de mama) se recomienda realizar el primer control diez años antes de la edad de detección del cáncer del familiar más cercano, que por lo general es a los 30 años.

Un dato importante: la Sociedad Argentina de Mastología recomienda que todas las mujeres -más allá de su edad- estén atentas a cualquier cambio en sus mamas. En caso de detectar un bulto, una retracción, diferencias en la simetría, desviaciones del pezón, secreciones o alteraciones en la piel deberán consultar con un especialista.

 

Hábitos clave para la prevención

Hay factores de riesgo del cáncer de mama que no son modificables, como por ejemplo ser mujer, cumplir años y los antecedentes familiares. Sin embargo, hay otros que sí se pueden controlar si se adoptan hábitos saludables. Estas son las principales recomendaciones:

No fumar: además de evitar el cigarrillo, se recomienda no exponerse al humo de segunda mano.

Seguir una dieta saludable: debe ser rica en vegetales, frutas, cereales integrales, alimentos con mucha fibra y fuentes magras de proteínas, como el pescado. Reducir el consumo de grasas saturadas, azúcares y sodio.

Limitar el consumo de alcohol: hacerlo sólo en forma moderada. Para las mujeres, esto equivale a una copa por día. El riesgo de sufrir diferentes tipos de cáncer (como el de mama y del hígado) parece aumentar con la cantidad de alcohol que se consume y el período durante el cual se ha consumido con regularidad.

Mantener un peso saludable y hacer ejercicio: estar en movimiento ayuda a tener un mejor estado físico y a reducir el riesgo de desarrollar algunos tipos de cáncer.

Controlar el estrés: otro factor de riesgo, ya que afecta el estilo de vida e impacta en el sistema inmunitario.

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