Por Pedro Pesatti (*)
Río Negro está en un punto de inflexión. La provincia, que durante mucho tiempo fue un actor secundario en el mapa económico del país, se encuentra ahora en una posición que la proyecta hacia una transformación estructural. Lo que está ocurriendo no es simplemente una acumulación de proyectos de infraestructura energética, sino una estrategia de desarrollo que articula decisiones políticas firmes, inversiones privadas y una posición geográfica que favorece a la provincia. Esta combinación de factores puede convertir a Río Negro en un polo exportador de energía con impacto global.
La reciente alianza entre YPF, Pan American Energy (PAE) y la noruega Golar LNG es una manifestación concreta de esta transformación. Desde nuestro litoral atlántico, este consorcio desarrollará un ambicioso proyecto de Gas Natural Licuado (GNL). El gas provendrá de los yacimientos offshore de la Cuenca Austral, principalmente en Tierra del Fuego. El proceso es claro: el gas será enfriado a 161 grados bajo cero durante los meses de verano (de octubre a abril), lo que comprimirá su volumen unas 600 veces, facilitando su transporte a través del buque licuefactor Hilli Episeyo.
Pero más allá del proceso técnico, la estructura societaria del proyecto revela una jugada estratégica. La sociedad Southern Energy estará compuesta por YPF con un 15%, Golar LNG con un 10%, Harbour Energy con un 15%, Pampa Energía con un 20%, y Pan American Energy (PAE), que reducirá su participación del 55% actual al 40%. Se trata de una configuración que combina capitales nacionales e internacionales, reflejando una apuesta por la estabilidad y el potencial del proyecto.
Este desarrollo no se encuentra aislado. Se complementa con la decisión de YPF de exportar gas de Vaca Muerta a través del puerto de Sierra Grande y con la construcción del oleoducto hacia Punta Colorada que ya se puso en marcha. Estos tres pilares consolidarán a Río Negro como el puerto exportador de energía más importante de Argentina y entre los cinco principales puertos en exportación de GNL de todo el mundo. En un contexto global donde la energía define el poder y la estabilidad geopolítica, esta posición convierte a la provincia en un actor estratégico.
Sin embargo, la magnitud de esta transformación no se limita al sector energético. Los recursos económicos adicionales generados por estas exportaciones abrirán la posibilidad de fortalecer servicios esenciales como educación, salud y seguridad. Además, permitirán modernizar y expandir la infraestructura logística y productiva, facilitando nuevas inversiones y diversificando la economía. La experiencia demuestra que solo una economía en crecimiento y ordenada puede garantizar los derechos contemplados en nuestra legislación. Una economía fuerte y bien administrada es, en definitiva, el cimiento de cualquier política social que pretenda ser efectiva. Sin crecimiento económico, todo intento de garantizar derechos se convierte en una retórica vacía o en pura demagogia.
En este escenario, el sector agroalimentario adquiere una importancia estratégica. Río Negro tiene una tradición exportadora basada en la producción de peras y manzanas, productos que han sido durante décadas su emblema en los mercados internacionales. Pero el potencial de la provincia va mucho más allá. Según un estudio de la FAO realizado hace ocho años, Río Negro es la provincia con el mayor potencial de tierras aptas para riego del país. La combinación única de suelo, clima y agua ofrece una oportunidad para expandir de manera significativa la producción primaria.
Hoy, esta tradición se complementa con nuevos desarrollos. Río Negro cuenta con un clúster de frutos secos de gran relevancia en el Valle Inferior y un clúster de cerezas en el Valle Medio que está ganando terreno en los mercados internacionales. Además, la provincia produce de manera creciente cebolla de alta calidad, destinada principalmente al mercado brasileño. La producción de pasturas para la ganadería agrega otro elemento a una matriz productiva cada vez más diversificada.
Este proceso de diversificación no compite con el desarrollo energético; lo fortalece. La combinación de una economía energética sólida con una agroindustria dinámica puede convertir a Río Negro en una provincia con una economía equilibrada y resiliente. La expansión de estos sectores, a lo que debemos sumar la explotación minera, sustentada por una administración eficiente y una visión de largo plazo, es la garantía de un desarrollo sostenible.
La verdadera dimensión de esta transformación no solo se mide en términos económicos. La reciente Audiencia Pública en San Antonio Oeste, donde participaron más de 200 oradores, dejó en claro que la voluntad de la comunidad rionegrina está marcada por la búsqueda de un equilibrio entre desarrollo económico y cuidado ambiental. Ese consenso ciudadano refleja una madurez notable: evitar los extremos del desarrollismo irresponsable y del ambientalismo paralizante. Río Negro tiene claro que el equilibrio debe ser el eje rector de todas sus políticas.
Felizmente, todo lo expuesto tiene también en el plano institucional un respaldo transversal y ampliamente mayoritario como se expresa a través de las distintas fuerzas políticas con representación en la Legislatura. Este factor es determinante para políticas que exigen garantías de largo plazo y que sólo pueden darse con los consensos políticos que son la verdadera fuente de la seguridad jurídica.
En definitiva, lo que está en juego en Río Negro no es sólo un polo exportador de energía, sino una plataforma para un desarrollo integral. Una provincia que combina progreso económico, estabilidad social y responsabilidad ambiental. La energía es el motor, pero el objetivo es mejorar la calidad de vida de todos los habitantes, generar empleo genuino y oportunidades para las nuevas generaciones. En resumen, para que Río Negro esté mejor.
(*) Vicegobernador de Río Negro
14 enero 2025
Opinion