A medida que va creciendo, éste irá descubriendo los secretos más profundos de la voluntad humana y de la sensibilidad, aquellos que crean la personalidad, y son obra intima de la sabiduría. La personalidad no se enseña, existe en nosotros y somos nosotros mismos los que la tenemos cada minuto y la ponemos en nuestras obras. Es como el oro que no se fabrica, existe en el seno de la tierra. Y así, del mismo modo que el oro existe en el seno de la tierra, la envidia también existe y es la causante de la pena y el disgusto ante el éxito alcanzado por los demás. Y esto (la envidia) predispone siempre a hacer una critica falsa, a buscar el mal y querer el mal. En otras palabras, por ejemplo: un jardinero enamorado de su creación, envidioso de la de su vecino, mirará con ojos de enemigos las floreres parecidas o más lindas que las suyas y encontrará defectos sin quererse convencer de lo defectuoso de su creación, su obra de arte.
Entonces ¿Qué queda para llegar con éxito sin avergonzarse frente a uno mismo?
No queda más que la volutad y ésta cualidad no se compra a la vuelta de la esquina, preside en la moral y la inteligencia de cada ser humano. Y cuando se sostiene la voluntad y se convierte en invulnerable, por la perseverancia se forma una cadena irrompible que entraña todos los esfuerzos. Pero para ello es necesario alejar algunos defectos como el orgullo, la envidia, los celos y la suficiencia.
Al que le quepa el pocho que se lo ponga.
Autora: Roxana Gallego
16 noviembre 2024
Opinion