Durante la dictadura, ATE había sido auto-intervenida por el Secretario General Juan Horvath, quien tenía relaciones con la Armada "para controlar a los díscolos y garantizar su colaboración con el golpe". Sin embargo, el Congreso de ATE que tuvo lugar ese fatídico 1976 en La Falda, Córdoba, permitió que un grupo de congresales, entre los que se encontraba Víctor De Gennaro, Héctor Sanmartino, Luis Vila, Cacho Mengarelli  y Jorge Acedo, vislumbraran la posibilidad de desplazar a Horvath y abrir un nuevo camino. Finalmente, la idea que germinó fue la de construir una agrupación interna que los diferenciara del oficialismo.

Después de ese Congreso, Horvath echó a Héctor Quagliaro y sancionó a los dirigentes de la Seccional Capital de ATE por entonar “cánticos montoneros” en una guitarreada. Pero no hubo sanción que detuviera la llama que ya estaba encendida y este grupo, al que también se sumó Germán Abdala, se siguió juntando en torno a la figura de Héctor Quagliaro. "Estamos abriendo un cauce para que lo transiten miles de compañeros que aún no conocemos", diría el referente rosarino, en una frase que pasó a la inmortalidad. Los esfuerzos para construir una agrupación de resistencia finalmente dieron su resultado y su nacimiento el 10 de diciembre. 

A pesar de las dificultades del contexto, ANUSATE tuvo eco en todo el país y el 6 de noviembre de 1984, recuperada la democracia, las elecciones en el gremio dieron vencedora a la Lista Verde ANUSATE que llevaba como Secretario General a Víctor De Gennaro y Adjunto a Manuel Sbarbatti, y en la Seccional Capital a Germán Abdala. 

"Lo fundamos en medio de las pérdidas; de compañeros desaparecidos, despidos masivos en los trabajos, compañeros que se exiliaban. Nos juntamos una veintena de compañeros y fundamos ANUSATE y ese es el comienzo de este largo camino”, diría más delante De Gennaro. 

Hasta el día de hoy, el faro establecido y las convicciones que le dieron origen, guían el andar de la política gremial que lleva adelante la agrupación en defensa de los trabajadores estatales; pero también de un Estado y un proyecto de país que esté, de una vez por todas, al servicio del pueblo. 

Como dijo Abdala alguna vez "es preferible intentar un camino autónomo, independiente, propio, que al principio, a lo mejor, es tan doloroso como el otro, pero el final del camino es nuestro; estamos construyendo nuestra nueva sociedad".