Larga data tiene el menosprecio, la mirada hostil y estigmatizante de la sociedad a quienes trabajamos prestando el servicio de taxi. En otro orden, pero en la misma línea, desde casi siempre los gobiernos mantuvieron un trato similar al que ocurre en la actualidad, más bien, un destrato y una marcada indiferencia tanto a las problemáticas que aquejan al taxista, como a su importancia en el funcionamiento de la comunidad, un combo explosivo a priori, para quienes además cuentan con una carga horaria laboral anormal en pleno el siglo XXI, 12, 14 o hasta 16 horas diarias, es decir, un despropósito a la vista de las autoridades a las que poco les importa el sinfín de irregularidades que hacen de este servicio público un “atado con alambre” permanente, en donde absorbe toda responsabilidad quien le ofrece a la ciudad una prestación fundamental y necesaria para quienes la habitan.
Estamos hablando de un trabajo cuya esencialidad pasa o supo pasar desapercibida, hasta que, como muchas otras cosas, la pandemia, expuso y evidenció como uno de los rubros cuyo requerimiento es inevitable, haciendo que ya no se pueda mirar más para otro lado y mucho menos no escuchar al sector.
Fueron el taxi y quienes lo manejan, quienes supieron “salvar las papas” de un montón de gente enmarañada en diversos problemas, ya sea debido a las restricciones o por el mismo peligro de contagio que estaba y está, ahí, afuera, por el cual el trabajador y la trabajadora del taxi, tenía que exponerse y actuar de manera polifuncional, haciendo tareas por fuera del orden estricto que su labor demanda que es el traslado de pasajeros y pasajeras.
A estas situaciones despertadas por un imponderable mundial, se le debe agregar la habitual importancia del servicio y de quienes lo desarrollan, ante cualquier emergencia. Hablamos entre otras cosas de la esencialidad del oficio y de quienes lo practican, teniendo en cuenta que de nosotros y nosotras depende el traslado de personal de salud y seguridad a sus lugares de trabajo, o el desplazamiento de urgencia hacia la guardia del hospital en incontables ocasiones con personas que precisan de inmediata atención y una multiplicidad de solicitudes a las cuales acuden estos trabajadores y trabajadoras antes de comenzar el día, cuando no existe ningún otro tipo de transporte público.
Además, y más allá de no ser tenido en cuenta, los y las taxistas son la primera imagen con la que se encuentra el turista cuando visita nuestra comarca, una imagen que solo él o la misma taxista debe encargarse de construir y mostrar con sus propios recursos, como lo hace con todas y cada una de las acciones que de él o ella dependan, siempre solos, siempre solas, poniendo el cuerpo que acusa con el tiempo el desgaste de un trabajo diferente a todos los trabajos.
Cabe mencionar también la exposición a el o la delincuente y el desamparo absoluto ante la inseguridad que vivimos todos los días y todas las noches teniendo que vivir en la intranquilidad de no saber quiénes se nos suben a nuestro auto y padeciendo la cobardía propia de quienes nos atacan por detrás de un asiento.
Es también la prestación de este servicio la que permanece inalterable, por sumisión, por falta de opciones y/o ausencia de representatividad, quienes, de existir, reclamarían cosas que hoy se callan. Cuando el monopolio del transporte urbano de colectivos decide a veces con sustento y otras por capricho, no prestar el servicio, es allí cuando el servicio de taxis, siempre, pero siempre está, por dar otro ejemplo y también allí, cuando independientemente del color político, la autoridad Municipal circunstancial, lo entrega todo, sin chistar, cuando en contrapartida, al taxista ni se lo escucha, ni le concede margen de reclamo, ojalá estos sean otros tiempos.
En nuestro día, queremos expresar y continuar visibilizando nuestro trabajo, del cual dependen alrededor de 600 familias Viedmenses, queremos no ser más invisibles ante los ojos del conjunto de la población, queremos que nuestra actividad tantas veces ninguneada y claramente desvalorizada por quienes debieran, a tiempo, poner los ojos sobre nosotros, apostando a la construcción e inclusión de este sector tan importante como cualquier otro que compone una sociedad, sea de una vez por toda considerada como se debe.
Es preciso destacar que detrás de todo este sector laburante, y detrás de cada chofer, existe un trabajador que debe ser cuidado, protegido y tenido en cuenta no solo para que cumpla con sus obligaciones como se nos tiene acostumbrados, sino también para que comience a sumar derechos y óptimas condiciones de trabajo.
Para la gran familia Taxista de Viedma y la hermana ciudad de Patagones, un fuerte y amistoso abrazo. A continuar trabajando.
Taxistas Autoconvocados de Viedma
16 noviembre 2024
Opinion