Por Omar "Pocho" Lehner*
En los últimos días hemos
asistido a toda clase de expresiones con motivo del aniversario número cuarenta
de la acción del 2 de abril de 1982 en la que nuestro país inició lo que
pretendía ser la recuperación de las Islas Malvinas.
En los
artículos, discursos, notas y reportajes referidos a esta conmemoración
abundaron los recuerdos de las acciones bélicas, los merecidos homenajes a los
caídos en ellas y al valor de los soldados que mal alimentados, mal vestidos,
mal equipados y peor entrenados debieron enfrentar, con todo su coraje, siendo
unos pibes, a una fuerza infinitamente
más poderosa apoyada por los EEUU. También se reprochó el maltrato sufrido por
esos compatriotas después de la derrota inevitable a la que se vieron
conducidos por una dictadura, cuyos
generales y coroneles, que habían prometido derramar hasta la última
gota de sangre, no se hicieron ni un tajito, como dijo Galeano.
Además de esas
referencias al pasado, se habló del presente en el que al parecer el pueblo ha
retomado la consigna imperecedera de que “Las Islas Malvinas fueron, son y
serán siempre Argentinas”. Abonado esto por la instalación del tema con motivo
del aniversario redondo y de iniciativas que organizaciones públicas y
privadas, del ámbito educativo, político, gremial y otras han tomado para
mantener viva la causa Malvinas.
Del futuro sólo se escuchó que seguiremos
reivindicando los derechos, que la
Constitución
Nacional ha ratificado, siempre por la vía pacífica y buscando que Gran Bretaña
acceda a tratar el tema de la soberanía, al que rehúye desde 1833.
Dentro de este
mismo marco, han variado las estrategias de negociación, En algunos períodos
Argentina hizo concesiones que lesionaron nuestra capacidad para avanzar en pos
de nuestros derechos.
Un caso fue “la
fórmula del paraguas” que consistió en que podía discutirse cualquier cosa con
Inglaterra, menos el tema soberanía.
Se hablaba
entonces de cooperación, entendimiento. Los que cooperábamos éramos nosotros y
nosotros los “entendedores”.
Así se acordó
facilitar al enemigo las actividades económicas y el aprovechamiento de los
recursos correspondientes a los espacios en disputa, lo que afirmó
significativamente la presencia británica y el uso generalmente depredador de
lo que es nuestro.
Si aplicamos a
este tema la máxima de que no se pueden esperar resultados diferentes haciendo
siempre lo mismo, es válido pensar en otras estrategias para el futuro.
La causa
Malvinas no es izar la bandera y cantar el himno en Puerto Argentino para
recuperar dos islas, es soberanía nacional sobre los 1.639.900 km2 que
Inglaterra ocupa, usurpa, a nuestro país, no solo los poco menos de
12.000 km2 de Gran Malvina y Soledad
El archipiélago
comprende más de 200 islas con 12.173 km2. de superficie, pero implica la
proyección sobre el continente antártico, el dominio de las aguas
correspondientes, el punto estratégico de la navegación entre el Atlántico y el
Pacífico, el control de la pesca en el Atlántico Sur, importantes recursos en
petróleo, gas, minerales.
Además de los
antecedentes históricos que respaldan los derechos de la Argentina, debe
tenerse en cuenta que las islas están sobre nuestra plataforma continental,
circunstancia que para el derecho internacional es suficiente para darnos la
razón.
Del mismo modo
se ha reconocido que Malvinas es una de las últimas manifestaciones del
colonialismo, condenado casi universalmente.
La distancia de
Malvinas a Londres es de unos 12.400 km. a Ushuaia de poco más de 400 km.
Estos días se ha
escuchado que Malvinas es una causa apoyada unánimemente por los argentinos y
las argentinas.
No es cierto, para Macri “son un gasto”, Silvina Ajmechet pregunta ¿a quién le interesan las Malvinas?, Patricia Bulrich las daría en pago de vacunas Pfizer y para Beatriz Sarlo –otrora intelectual- son inglesas “porque el paisaje es igual al de Escocia”. Brillante teoría geopolítica. Preparémonos a que Suiza nos reclame Bariloche.
El reduccionismo
de estos personajes desconoce la importancia estratégica y económica que
significa el dominio sobre ese archipiélago, cosa que ingleses, yanquis y la
OTAN no descuidan. Allí está la base militar más importante de esa alianza en
el Atlántico Sur.
Definida Gran
Bretaña como usurpadora, enemiga, amenaza, no se justifica mantener con esa
potencia una relación diplomática, económica y en otras áreas tal como la que
podemos tener con países con los que no tenemos hipótesis de conflictos. No es
lógico tener con Inglaterra el mismo trato que con Uruguay, Italia, Dinamarca o
Camerún.
Hay que cambiar
el modo de relación, considerar a ese país como una nación hostil a la
Argentina. Hay ejemplos vigentes de cómo han reaccionado las potencias de
Occidente ante la invasión de Rusia a Ucrania. Sanciones de todo tipo, cierre
de empresas, embargo de cuentas, retiro de aviones arrendados, exclusión de sus
deportistas.
No sería tan grave como eso que nuestro país adopte con el invasor inglés algunas medidas:
*Retirar el personal diplomático con sede en Londres y expulsar a los diplomáticos británicos de Buenos Aires.
*Confiscar bancos y empresas de sociedades inglesas hasta que se resuelva el tema de la soberanía.
*Sacarle las propiedades a Lewis y a otros de sus connacionales potentados.(1*)
*No permitir el ingreso a nuestros puertos ni navegar en nuestras aguas a naves británicas ni sobrevolar nuestro espacio aéreo a aeronaves con matrícula inglesa.
*No importar nada de Inglaterra ni exportar nada hacia ese país.
Estas medidas
requieren el análisis de sus consecuencias y la seguridad de que todo sea
legal.
Hay otro punto
importante que es el apoyo internacional, en particular de los países de
América Latina y el Caribe. No todos ellos han respaldado en los hechos los
derechos de nuestro país.
En 1947 se firmó
el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). En esa oportunidad el
Presidente Perón condicionó la participación de la Argentina a que los países
miembros reconocieran a las Islas Malvinas como territorios integrantes del continente
americano.
El coraje de los “chicos de la guerra” debemos tenerlo ahora quienes defendemos para la Argentina la soberanía sobre las Islas del Atlántico Sur, los mares correspondientes y el Sector Antártico Argentino. En particular quienes tengan responsabilidades de legislar o gobernar.
(1*) Serán
necesarios algunos cambios de actitudes. Porque si hace doce años en el gobierno rionegrino, incluyendo su actual
gobernadora, incumplen los deberes de funcionarios públicos, negándose a abrir
el camino accesible a Lago Escondido, como les ordena una sentencia firme del STJ, es fácil
imaginar cuánto resistirán tomar medidas más fuertes.
Omar Lehner*
Nacido en Viedma, es contador, economista, político y dirigente destacado de Río Negro. Durante su carrera, se desempeñó en diversas áreas de la Administración Pública Nacional, Provincial y Municipal, en funciones ejecutivas, de conducción y administración, de carácter técnico, profesional y político, particularmente en Economía y Hacienda.
16 noviembre 2024
Opinion