Por Maricel Cévoli (*)
La política es femenina; y
lo digo desde el sentido más estricto de la palabra: por su gramática; porque,
clara y paradójicamente, no solo no lo fue durante mucho tiempo, sino que “la
política” nos excluyó, nos dejó afuera. Sin embargo, Argentina tiene una
historia riquísima de lucha femenina, con mujeres que nos inspiraron a
participar y por las que hoy yo puedo estar acá.
La lucha por el sufragio
femenino y los movimientos feministas de principios del siglo XX, a cargo de
militantes con mayúscula como Julieta Lanteri y Alicia Moreau de Justo; y la demanda del ’47, que reconoció los
derechos políticos a las mujeres y nos abrió a un mundo hasta ese momento
desconocido son los cimientos. La conquista del derecho al voto y a ser electas
como representantes del pueblo representan la esencia de por qué hoy estoy acá:
porque ellas primero estuvieron allá, con la guía y el rol insoslayable de Eva
Perón.
Estoy convencida de que fue
y es por la preponderancia de nuestras trayectorias, las ideas y los roles que
desempeñamos las mujeres en la elaboración de políticas públicas, que logramos
estar y seguir dando debates para llegar a la tan anhelada y justa igualdad.
En ese sentido, quiero
honrar a aquellas mujeres electas el 11 de noviembre de 1951, quienes por primera
vez fueron representantes del pueblo en la historia de nuestro país. A esas
primeras 23 diputadas y seis senadoras nacionales les digo: “Gracias por tanto
y perdón por tan poco”.
Luego vino en 1991 la ley
conocida como “de Cupo Femenino” y en 2017, la Ley de Paridad de Género en
Ámbitos de Representación Política, que estableció la integración de listas de
candidatos y candidatas a legisladores y legisladoras nacionales con la misma
cantidad de mujeres y varones.
¿Qué quiero decir con todo
esto? Que quiero poner en palabras que logramos nuestros espacios, pero hay que
seguir ampliándolos. Espacios que muchas veces se ven obstaculizados por el
deseo de acompañar el crecimiento y la crianza de nuestros hijos e hijas.
Espacios que son juzgados
con liviandad y discriminación por el simple hecho de ser mujeres. Espacios
que, muchas veces -aun ganados-, terminan masculinizándose para sostenerlos.
En este 8M, quiero rescatar
todo lo que hemos logrado y podemos seguir logrando, con la diferencia que nos
atraviesa como mujeres al saber reconocer al otro u otra. También, pongo en
valor a quienes acompañan nuestro desempeño político con la empatía y el
entendimiento necesario para permitir ese desarrollo.
Ojalá, mujeres de mi querida Viedma, día a día se sigan sumando para participar con su voz –única e inigualable- en los asuntos de nuestra ciudad. Mi sueño es que, juntas, sigamos construyendo comunidad.
9 noviembre 2024
Opinion