Salir de la indiferencia del living. Entender que “le puede pasar a cualquiera”. Ir a una marcha por primera vez. La muerte de Agostina, en México, sacudió a la Comarca Viedma - Patagones. La Justicia de aquel país caratuló el caso como suicidio: la familia reclama que se investigue el femicidio.
Suena una notificación en mi celular. Miro de reojo la hora, son las trece y veinte del martes 7 de marzo. Es mi primer verano en Buenos Aires después de mucho tiempo. Soy maragata, nací y me crié en Carmen de Patagones, Provincia de Buenos Aires.
Camino esquivando pis y basura vomitada por los contenedores de la calle Blanco Encalada, un núcleo lleno de escándalo del pretencioso barrio de Belgrano. Imposible escuchar un audio si una no se resguarda del caos como quien se escapa de una tormenta. Un mensaje de cuarenta y cinco segundos de mi madre. Ella, tan entrenada para decir poco y nada, para preguntar cosas sin importancia o recostarse en la estrategia que evita una repregunta. “Yo me olvido de las cosas, hija. No veo ni escucho nada, hija. Si me preguntás, no sé, hija”. Un mantra gastado que la protege del mundo. Ella, que mide con una prolijidad excesiva lo que sale de sus labios, como si las palabras tuvieran el peso de una declaración jurada, acaba de enviar un audio de cuarenta y cinco segundos:
“Hija, cómo estás. Acá todo bien. Me imagino que seguís ocupada con lo de tus primos. Pobres, los chicos. Me parece que voy a ir a la marcha de Agos. Sí. Voy a ir. No sé con quién. Alguien voy a conseguir”.
Agos es Agostina Jalabert. Fue hallada muerta en un departamento ubicado en Paseo Los Olivos II Apto q3, Playa del Carmen, Estado de Quintana Roo, México.
Los chicos, como dice mi madre, son Edgardo René Jalabert y Germán Federico Jalabert, padre y tío de Agos.
La mañana del 18 de febrero, Candela, su hermana, ingresó al departamento que compartían en México y la encontró colgada en el baño. El novio de Agostina, Juan Reverter, estaba ahí, en el lugar de los hechos, en la habitación contigua.
Edgardo y Germán no son mis primos directos, pero la desgracia tiene un poder ligante, tiene la propiedad del huevo en estado líquido: fusionar las partículas de harina, para formar una masa homogénea más o menos viscosa. La tragedia es el ingrediente imprescindible para unir la sangre. Carolina Gianni es la madre de Agos, hija del que fue el mejor amigo de mi papá.
Hoy, mis nuevos primos cercanos están amarrados al barco de la lucha. Una embarcación hasta este momento incómoda para una clase de gente a la que casi todo le sale como lo planeado.
Carmen de Patagones es una olla a presión que, cada tanto, estalla. Es un calendario de impulsos letales. Un 28 de septiembre, Junior entró al aula de su escuela y mató a tiros a 3 compañeros, hirió gravemente a 2. Otro 28 de septiembre un hombre mató al usurero del pueblo. El hombre, que esperó detrás de un paredón, lo ultimó de 3 balazos y se entregó, fue mi papá.
Un entramado apelmazado con cuerpos vivos y muertos. Así de apabullante es el pedazo de tierra en el que crecimos. Un sector alimentado con vacas gordas y trigo. Una zona que respira desmonte, ¿y qué?. Sequía, y chupame un huevo. Pobreza, y no les gusta trabajar. La violencia de género avanza imperturbable como una culebra hambrienta por el asfalto caliente de las calles más pintorescas de la región.
Respiro antes de responder el mensaje de mamá, una mujer que aún esboza, muy de vez en cuando, alguna mueca parecida a una distracción de la amargura. Una mujer que se avergüenza a veces del paso del tiempo, tiempo intempestivo y brutal que la dejó sin herramientas para aferrarse a una sonrisa renacida.
¿Irá a la marcha como quien va a un velorio? Cita infaltable, los velorios. En casi todas las oportunidades iba acompañada por mi madrina, una señora que trabajó en la casa de mi abuela y la vió nacer. La criada, decían. Para mi madre es su otra mamá. La madre de uniforme que acudía a la mesa con el sonido de una campanita. No tenían dinero, pero tenían ganas.
Mi madre fue maestra. La maestra del Colegio María Auxiliadora de Carmen de Patagones. La pobre señorita Gloria, tan buena, tan correcta, tan hermosa (porque la belleza en estas latitudes, suma en el inventario de virtudes).
Hago un raconto al voleo de las veces que fui a marchas en la Comarca. Jamás me preguntó de qué se trataba, porqué nos vestimos de violeta y usamos brillantina verde. Veía repetidamente como una espectadora el ritual de transformar la calle en nuestro espacio. Miraba como quien se pregunta el sentido. Tal vez nunca le conté las batallas ganadas. Las ganadas vienen después de la sangre en la mayoría de los casos, pero tenemos en el inventario del dolor, algunas vivas, algunas arrancadas de las manos feminicidas. Algunos cumpliendo condena.
Es una mujer sensible y empática, supongo que lo que la atraviesa es un miedo brutal. A veces la invitaba a casa mientras hacíamos carteles y banderas con Sofi, mi hija. Desde las cartulinas desenterrábamos nombres de mujeres asesinadas en manos de hombres. Clavábamos las palas y picos para no olvidarnos de ninguna: Karen Alvarez, Silvia Vazquez Colque, Patricia Igner, Paola de Yulis, Micaela Ortega. Mi madre tomaba mate, ensimismada en su herida amordazada,con los ojos más tristes que jamás ví, hablando de bueyes perdidos, como si eso que latía no fuesen los alaridos de nuestras muertas.
***
A fines de febrero, Edgardo, el padre de Agostina, me envió un audio. Durante varios días mastiqué, como único alimento posible, sus primeras palabras. Escuché su voz durante casi tres minutos. Ya no era el médico que, con una frialdad apabullante, escupía diagnósticos. Poco quedaba del hombre de decir tajante, en ese ser en estado de demolición. Hablaba como tragando escombros: “Con Agostina muerta”... alcancé a escuchar con mucho esfuerzo. En el segundo siete, se quebró. Respiró. Se guardó el dolor en el ambo y siguió con esa voz de papel celofán, ardida, crocante: “Estos movimientos tienen más poder que todo lo que intentamos”.
Mientras lo escuchaba, primero en velocidad más rápida y, luego intentando pausarlo, me lo imaginé de joven, ese chico alto que miraba desde arriba, desde sus ojos como el agua, celestes lavados, pero con una intensidad apabullante. Ahora intentaba ponerme en sus zapatos, recorrer las preguntas y las sombras que seguramente traen estos hechos disruptivos. Haber pensado, al menos en un primer instante, en que su hija Agostina se había suicidado, debió haber sido una bala psíquica difícil de extirpar.
El lunes 20 de febrero, la Comarca había preparado su desayuno leyendo, en un diario local, la noticia: “Gran dolor por la muerte de Agostina Jalabert”. “Se emitieron múltiples mensajes de condolencias a la familia del Secretario de Salud de Patagones, Edgardo Jalabert”. Foto de Agostina.
“Pobre madre. Pobre Chichita, no quiero pensar en el dolor de ellas. Qué locura”, lamentó entonces mi madre mientras hacía las preguntas de un lunes, dejando la capa de amargura más en la superficie que de costumbre. Chichita es la abuela materna de Agostina.
“Se habla mucho de la culpa, pero no lo suficiente de la vergüenza. La culpa del sobreviviente puede atraer una sospecha acaso saludable, un titubeo incluso razonable, acerca del placer, del gusto, de la compañía. La vergüenza es una puerta cerrada a piedra y lodo. Pocas actividades requieren más energía, tanta atención al más mínimo detalle, como odiarse a sí mismo”, dice Cristina Rivera Garza en El invencible verano de Liliana, el libro donde narra el femicidio de su hermana.
En algún punto inexacto confirmar que la muerte de una mujer fue un femicidio, le otorga a las familias una rienda y una montura. Apoyar el cuerpo herido sobre la montura de un asesino hace que el trayecto hostil que queda por delante cuente con abrazos de condolencias y compasión. La rienda es el sentido recién parido entre los escombros de un cuerpo torturado hasta convertirlo en retazo, la búsqueda de justicia.
-A mí todo me pareció sospechoso. No podía entender cómo Agos se había quitado la vida. Algo me decía, sin tener en ese momento demasiados detalles, que ese tipo que estaba con ella en la escena de su muerte, la había matado- me dijo Edgardo otro día que conversamos.
Me impresioné al escucharlo. Las preguntas se me agolpaban entre los dientes, pero ¿cómo volver a llevarlo a los detalles de su intuición así de roto como estaba?
-Fue la ambulancia, Candela nos iba relatando todo, hasta que en un momento dejó de responder. Recién a la tardecita volvió a comunicarse por videollamada. Agarré el celular y me aparté del resto de la gente que estaba en casa. Le dije: Candela explicame bien todo lo que viste. Ella me describió lo más que pudo. Le pedí varias veces que me cuente con exactitud cómo estaba el cuerpo de Agostina en el momento en que la descubre colgada. Yo pensaba que, cuando hablaban de perchero del baño, se referían al de los toallones, el que en general está a más altura. Cande me explicó que era el de las toallas. Y a medida que fueron pasando los días, Candela me contó más: por ejemplo que a ella le pareció actuada la reacción de Reverter al encontrar, supuestamente, a mi hija muerta, y que él tenía marcas en la cara. Ahí no tuve dudas. A mi hija la mataron.
El mail que, días después, envió Edgardo desde su casilla de correos a la Cancillería argentina contenía cuatro documentos además de la carta: Partida de Nacimiento, Acta de Defunción y un texto:
Agostina JALABERT, argentina, DNI 36777817, se encontraba viviendo en Playa del Carmen, en Paseo Los Olivos II Apto q3, Playa del Carmen, Estado de Quintana Roo, México desde septiembre pasado, aunque ya había vivido antes. Trabajaba como modelo publicitaria, e influencer.
Había iniciado en épocas de confinamiento una relación con el también ciudadano Argentino Juan Manuel REVERTER,DNI desconocido, ello en la ciudad de Viedma, Provincia de Rio Negro. Terminando dicha relación pocos meses después por un episodio violento por parte del entonces novio, cosa que no fue denunciada a las autoridades. Agostina prosiguió su vida y se instala en Playa del Carmen.
En las fiestas navideñas pasadas se retoma la relación, y Reverter se apersona en Playa del Carmen por unos días a pasar las fiestas. En Playa del Carmen se encontraba viviendo con Agostina su hermana Candela, compartiendo un departamento de dos habitaciones, que es en el que se instala también Reverter, y es el lugar donde sucedieron los hechos trágicos.
Los últimos días previos al hecho la relación se deterioró rápidamente, viviendo momentos muy tensos a partir del jueves 16 del corriente.
El día 17 Candela deja el departamento alrededor de las 15 horas.
El 18 de febrero a las 7 AM hora local Candela vuelve al departamento, el guardia de seguridad del complejo Paseo del Real, Paseo Los Olivos II, le informa que hubo mucho disturbio en el departamento de su hermana a la madrugada, que la policía se apersonó dos veces por llamado de los vecinos. Después de escuchar al guardia, Candela sube al primer piso donde se encontraba el Apartamento de su hermana identificado como Q3. Candela introduce el código a la cerradura digital y la puerta no se abrió. Después de varios intentos llama a su madre en Argentina y le manifiesta su preocupación.
Empieza a tocar timbre y golpear la puerta, escuchando algún minuto después que una persona desde adentro está destrabando la puerta, para su sorpresa era Juan Manuel Reverter que inmediatamente manifiesta haber estado durmiendo y pregunta a Candela por Agostina, a lo que ésta contesta: ¿Como dónde está Agos, yo no estoy hace un día acá, decime vos dónde está? La perrita de Agostina guía a Candela al baño de la habitación que Agostina compartía con su novio, donde Agostina estaba atada por el cuello con un cinturón del toallero, sentada en el piso. El toallero estaba a unos 120 cm del piso, difícil pensar que una persona pueda colgarse de una altura inferior a su propia altura. Ante la desesperación del momento Candela intenta desatar a su hermana tratando de asistirla, requiriendo ayuda del novio. Una vez desatada la ponen en el living hasta que llega la policía y paramédicos constatan su muerte.
***
Después del mensaje de mis primos Agostina se había transformado en mi pensamiento recurrente, a pesar de no contar con el tablero ni siquiera dibujado. ¿Hasta qué parte del cuerpo podemos meter al barro sin saber hasta dónde están dispuestos a ensuciarse los familiares más cercanos? ¿Quiénes son los dueños de esa lucha por justicia? ¿Hay que pedir permiso? ¿Cuándo?
Estaba tirando a la plancha una hamburguesa para Sofía. La memoria me llevó a mi casa grande del pueblo, los gatos, el perfume de la menta que crece impredecible en cada rincón del patio de mi casa en la comarca, las flores diminutas del cedrón. Aspiré el olor a carne quemada, una arcada nadó en mi boca -cocino para mi hija, hace tiempo que perdí el placer por la comida, el sabor es una materia que repito cada vez que la urgencia desgarra de mi boca las ganas-. Sonó el celular, era una videollamada de Edgardo. "¿Me llamaste?", dijo ese recorte de boca y mentón que ocupaba toda la pantalla. "¡No! ¿Pasó algo?", respondí. Abrió el plano. Estaban los dos hermanos, las caras gastadas, el rictus de los labios hacia un pozo infinito de impotencia. Germán, que estaba desparramado en un sillón, sonrió. Comentó algo respecto al parecido entre Agos y yo, un parecido no físico, una similitud de energía, de desparpajo. Edgardo levantó la mirada y compartió la gota de alegría que le quedaba. Eran dos niños perdidos en medio del monte.
-Necesitamos que te metas fuerte -dijo Germán como prólogo-. En ésta vos marcás el camino, nosotros te seguimos. Como en los viejos tiempos.
Mis primos me estaban entregando la libertad de acción. Los femicidios en las colectivas feministas son un camino muy transitado. Sabemos qué elementos tenemos que tener para salir a la cancha a visibilizar. El contexto previo al femicidio, las alertas, las denuncias si las hay son fundamentales para casos en los que el accionar de la justicia no es el que corresponde.
Según el Observatorio Lucía Pérez, en lo que va del 2023, 62 mujeres fueron asesinadas en manos de hombres dejando a 31 niñxs huérfanos. Se realizaron 52 marchas contra la violencia patriarcal. El Observatorio “Ahora que sí nos ven” dice que el 16% de las mujeres hizo al menos una denuncia previa y el 9% tenía al menos una medida judicial. El 50% de los femicidios fueron perpetrados por sus parejas y el 14% por sus ex parejas.
Antes de mirar con alguna esperanza la posible participación del feminismo, la familia Jalabert intentó las vías “legales” a través de un patrocinio privado en México, sin perspectiva de género. La necesidad de saber qué fue lo que ocurrió esa madrugada se mezclaba con la sensación de impotencia frente a los requerimientos económicos del letrado mexicano.
-Ni vendiendo el campo teníamos para arrancar con el pago de favores allá- me había dicho en otro momento Edgardo-. Llegué a pensar en hacer lo peor, en salir a buscarlo, creí que me iba a volver loco. Prácticamente no teníamos posibilidad de hacer nada.
Así llegó la familia de Agostina, a la que también pertenezco de algún modo, a mi otra familia: las organizaciones en las que milito. La resignación les estaba ganando por goleada a una mínima expectativa que quedaba en pie.
Fueron dos mensajes similares en los grupos claves. Colegas de Argentina volcaron agenda, tiempo y energía. Organizaciones de México promovieron la contratación de la abogada, que fue elegida entre más de una docena de nombres chequeados por nosotras.
No se puede ir a México sin el respaldo del Estado Argentino. La nota formal al Canciller salió nueve días después del femicidio, a las nueve a.m., junto al relato de los hechos, acta de nacimiento y defunción de Agostina y DNI del padre.
Carmen de Patagones, 27 de febrero de 2023.-
Sr. Ministro de Relaciones Exteriores y Culto
Lic. Santiago CAFIERO
Me dirijo a Ud. a los efectos de solicitar la intervención de su Ministerio ante las autoridades correspondientes del Estado de México por la situación de indefensión que vivimos respecto del fallecimiento en la Ciudad de Playa del Carmen, Estado de Quintana Roo, de mi hija Agostina Jalabert DNI 36.777.817.
En efecto en circunstancias poco claras el día 18 de febrero pasado mi otra hija Candela Jalabert arriba al departamento en que se estaba alojando junto a su hermana Agostina y la encuentra muerta por asfixia. El departamento estaba trabado por dentro y la puerta la abre el novio de Agostina , también ciudadano Argentino.
El procedimiento judicial que se inicia a partir de ese momento está cargado de falencias, más teniendo en cuenta las características de presunto femicidio que rodearon las circunstancias del hecho. No se aplica ninguno de los protocolos básicos para investigar y saber las causas reales de su muerte. No se detiene al novio, no se le secuestra el teléfono, ni se le realizan exámenes toxicológicos, así como tampoco se constata si tiene lesiones. A todo esto debemos agregar la falta total y absoluta de acceso a la causa que ha tenido nuestra familia, ello no obstante que el Cónsul argentino en Playa del Carmen ha intentado conseguir copias de las actuaciones y no lo ha logrado.
Respecto de la actuación del Consulado argentino de Playa del Carmen no podemos dejar de agradecer la actuación del Cónsul Lautaro Filchtinsky por toda la asistencia prestada en este triste momento.
Por último no me queda sino reiterar el pedido con el que iniciamos la presente, solicitamos a Ud. y a la institución que representa que INTERCEDA ante las AUTORIDADES MEXICANAS, considerando su obligación estatal de investigar y sancionar la violencia contra las mujeres, ello a los efectos de asegurar la debida diligencia en la investigación que debe enmarcarse en el marco de un presunto FEMICIDIO de una ciudadana argentina, como asimismo garantizarnos a los familiares el derecho al esclarecimiento de las circunstancias que rodearon el fallecimiento de Agostina.
Edgardo Rene JALABERT
DNI 17.464.722
Sabía que el Canciller estaba en Bangladesh. No me interesó. Eran las veintitrés horas. Me retorcía en la cama como quien necesita desprenderse de las garras de un animal. No voy a dormir, pensé, a pesar de que había reforzado la dosis de alplax. Reforcé el mail con un mensaje de Whatsapp. La respuesta de Santiago Cafiero fue inmediata: “Pasame el nombre y un teléfono de contacto del padre” y a la mañana siguiente otro mensaje del canciller me sentó en la cama de un solo movimiento: nada estaba cerrado, el Cónsul estaba muy al tanto de la situación.
Mi primer contacto para difusión fue con una colega de la Comarca: Natalia Gili. Sin dejarla respirar, vomité: “No fue un suicidio, con la familia comenzamos a armar la red para visibilizar. ¿Salís con la primera información al respecto ahora?”.“¡Obvio! Mandame todo lo que tengas”. En menos de una hora recibí el link de una nota titulada “La familia de Agostina Jalabert cree que fue femicidio y pidió la intervención de Cancillería”. En un párrafo, la periodista aclaraba: “hay elementos que indican que podría haber sido un femicidio”.
Inmediatamente el engranaje tantas veces entrenado comenzó a funcionar. Hiedras fornidas y jugosas extendían sus ramas abarcando los dos países en un primer movimiento.
Los medios nutrieron sus espacios con la historia de la modelo Argentina en Playa del Carmen hasta llegar a las primeras planas de los diarios de México donde la tasa de femicidios asciende a diez por día. Las voces de Germán, Edgardo y la nueva abogada Betina Teuly inundaron los canales televisivos, las radios y los medios gráficos.
Al otro día fui recibiendo los mensajes titulados “Caso Playa del Carmen”, con los avances, las reuniones y el acompañamiento del Cónsul a la abogada y a la familia en las reuniones vía zoom.
Olía como la polvareda que levanta una tropilla cuando abren la tranquera. Las yeguas, sin herraduras y con algún recuerdo cabalgando sobre nuestros lomos a pelo, habíamos salido con la fuerza de un tsunami.
La respiración de Agos latía en la boca de mi estómago. La música de los tambores retumbaba en cada una de las que recibían el mensaje de alerta: “Estamos a dos pasos de que un presunto femicidio quede impune. Que las cenizas de Agostina se esparzan sobre la carne fría de cada mujer asesinada cada 28 horas en Argentina”.
La fiscalía del Estado de Quintana Roo hizo todo mal, menos una cosa: una autopsia mediocre, superficial, pero con elementos de los que se desprenden hilos para cierta reconstrucción de los hechos. Un cuerpo que gritó con tanta fuerza durante esa escueta necropsia, obligaría a soltar la causa para que sea investigada en una fiscalía especializada.
El registro macabro de la tortura fue el pasaporte hacia un posterior cambio de carátula. Los comunicadores fueron lo más explícitos posible. Mi madre no se quedó afuera del bullicio maragato.
“¿Hija, entonces la mataron? ¡Cómo puede ser! ¿Es el hijo de Moni, la mujer de Mauricio? Cuesta creer que haya gente tan mala como para hacer semejante cosa”. Ella dejaba sus pensamientos en voz alta. Mi madre expresaba el dolor, se permitía maldecir, como si la muerte de Agostina fuese la síntesis de todas las muertes violentas por razones de género.
José Micieli, Médico Forense de Patagones, leyó el informe de la autopsia. Luego escribió un documento para la representante legal de la familia en México:
Dra Betina Touly, quisiera opinar, sólo en carácter de colaboración y sin que tome la presente como una intromisión a la investigación por Ud iniciada, como Médico que he practicado la Medicina Forense durante más de 20 años, sirviendo a la Policía de la provincia de Bs As, colaborando con la Prefectura Naval, con el Scio Penitenciario Bonaerense, Scio Penitenciario de Río Negro, Poder Judicial de Río Negro y culminando mi carrera como Jefe de Policía Científica del partido de Patagones, presentación innecesaria, sólo para que Ud sepa que opino con alguna experiencia.
Con respecto de la autopsia practicada a la Srta Agostina Jalabert que, en líneas generales es buena, quisiera opinar:
1. En la descripción del problema a investigar sería conveniente que la Dra que realizó la práctica hubiera evaluado el tiempo de evolución de las lesiones, como el golpe de puño en la boca y el trauma craneal (aunque en las fotos serían compatibles a perimortem) que pudieron haber sido producidas con el objetivo desvanecer a la víctima para poder manipularla y finalmente colocarla en la posición que se la halló, porque es difícil, ya que nunca vi, que una persona se suicide por ahorcadura teniendo apoyo en el piso y que, si son ciertas las versiones era de 1,20 m. Con respecto a las quemaduras de cigarrillo, dato claro de tortura, lo mismo, no coloca el tiempo de evolución y como no envió muestra a estudio Patologico, quizá cabría una declaración testimonial a los fines de ampliar el informe.
2. En la descripción de las lesiones vulvovaginales en las que se observan equimosis, y ya que la Dra dice que son compatibles a relación sexual reciente, se puede inferir que la misma no fue consentida ya que de así haber sido no tiene porque tener lesiones, esto apoyado en la descripción de la lesión equimótica en la cara interna tercio superior de muslo, zona considerada sexual secundaria, que demuestra la negación de la víctima al acto sexual realizando fuerza para no separar las piernas, hecho logrado por la violencia ejercida por el victimario, el cual dejó esa impronta en el muslo y en la penetración produjo la lesión por la autopsiante descripta. Por lo que también debería aclarar si esas lesiones son, la del muslo, compatible a compresión manual y las de la vagina, compatibles a penetración con algún elemento duro y romo, ya que no lo describe en el informe.
3. Como dato que falta y ya insoluble, debido a la cremación del cuerpo, no hay envío a Patología, o por lo menos no está informado, de partes del cuello que se ven comprometidas en las ahorcaduras, como músculos esternocleidomastoideo, paquetes vasculares laterales del cuello, tráquea ya que se podría determinar la presión ejercida en los mismos, no veo que haya enviado a estudio histopatológico y bioquímico los órganos (bazo, hígado, pulmón, cerebro). Una lástima porque hubiera arrojado datos de tóxicos y saturación de hemoglobina y presencia o no de manchas equimóticas, estos signos de asfixia.
4. Y como se desprende del informe de autopsia y tal como dice la autopsiante, las lesiones que describió son recientes, aunque no determine data aproximada, las colocaría dentro de todo lo ocurrido durante esa noche hasta el óbito. Lo descrito, seguramente, podrá ser avalado o no por pericias posteriores y estudio de los resultados de los estudios solicitados. Saludo a Ud muy atte.
Jose Micieli
Médico
M.P 110464
Este informe, firmado y apostillado, viajó a México como parte de las pruebas que presentó la abogada.
***
Carolina, la madre de Agostina, dice en el programa de radio que conduzco, que su hija había salido con Juan Reverter durante años, y que ese vínculo había terminado una noche de enero. La arrancaron del lugar de convivencia con Reverter para llevarla a la casa mapaterna.
-Agos comenzó terapia para salir de esa relación tóxica. Después de un tiempo, cuando estuvo preparada, se fue a México.
La describe como una chica muy linda que le sacaba provecho a esa belleza trabajando como modelo y haciendo presencias en boliches. Intenta reconstruir, con admiración y respeto ese mundo al que Agos accedía, sus ganas de viajar y su capacidad de trabajar de lo que sea.
-¡Una vez vendió óvulos en México para bancarse un viaje! ¡Ella era así! Siempre buena onda, libre. A veces pensaba, cuando miraba sus fotos, a quién habría salido con esa fuerza porque aunque estuviese deshecha seguía y le ponía la mejor cara a la vida.
Un silencio cómplice nos separa por unos instantes. Estoy frente a una madre que necesita sentir el aleteo de su hija en el recuerdo. De repente cambia notablemente la fuerza de su voz y continúa:
-De él no supimos nada hasta que nos enteramos que estaba en México. ¡Obvio que me preocupé! Le preguntaba cómo iba todo. Ella me decía: con Juan bien. Yo le decía: bueno Agos, estás jugando una carta que no te puede salir bien, pero tenés herramientas suficientes para poder salir.
Dice también que en las fotos de Agos de esos últimos días había una aparente normalidad. Hasta que el viernes 17 recibió mensajes de su hija diciendo “Me siento fea, soy horrible. Siento que me están lastimando”. Ella le respondió “salí de ahí”.
Pero nunca pensó en un final así.
-Agos no está más pero que sirva para visibilizar que esto le puede pasar a cualquiera - dice y repite la idea como necesitando constatar la realidad-. Le puede pasar a cualquiera.
Este año la mamá de Agos irá por primera vez a la marcha del 8M, con su marido, con amigas, con familias enteras. Mientras la escucho, intento imaginar sus 8M antes de esto. Después dice:
-Tengo amigas cercanas que sufren violencia, hombres cercanos que son maltratadores, mujeres que han pasado situaciones y no dicen por miedo. Nunca imaginé estos trágicos finales. Cuando miraba las marchas, será porque soy de otra generación, mis hijas son diferentes en muchos aspectos, nunca tuve conciencia de que nos podía pasar algo así. No sé si porque soy grande. Naturalizamos a veces que un hombre maltrate a sus mujeres. Jamás me imaginé estar en una marcha. Desde ya que todos los 8 voy a estar. Porque a todos nos puede pasar.
Mi madre escucha la entrevista en la radio, pero no acota demasiado. Seguramente ese silencio encierra algunas aristas similares respecto a sus amigas.
***
Son las 15:12 hs del 8 de marzo de 2023.
Mi madre está en el muelle de lanchas de Viedma, junto al río que separa la capital rionegrina de Carmen de Patagones. Desde ese muelle parte la marcha pidiendo justicia por Agostina, que terminará en Plaza San Martín, histórico escenario de las movilizaciones del 8M. “Yo creo que acá hasta las piedras lloran”, balbucea en un audio de cinco segundos. Los últimos dos segundos son de silencio.
Va dejando mensajes como migas de pan, una huella por donde camina por primera vez, junto a más de mil personas que experimentan por primera vez en el cuerpo y la sangre lo que es luchar. ¿Reclamar y exigir al sistema será para ellos una vergüenza?
“Acá estamos hija. Nadie habla. Mucho silencio. Nadie dice Justicia por una o por otra. Yo pensé que iban a decir algo”. Otros dos segundos de silencio.
Las familias caminan como quienes intentan cruzar un campo minado. El desconcierto los enmudece. Mi mamá saluda los contornos que se acercan, a algunos reconoce por el timbre de voz, mi madre está perdiendo la vista de forma exponencial. Lleva una remera que bien podría ser mía: verde aborto. No hago mención al respecto porque ella, tan por el medio de los debates, es capaz de tomarse un taxi e ir a elegir un color más acorde con la ideología de la mayoría. Mujeres, hombres, niñas, jóvenes van acercándose. Es un río desbordado. Un evento fortuito, una marea extraordinaria.
Sólo hay carteles de Agos, su nombre, su cuerpo expuesto en cientos de imágenes en alto. Alguien, por fin, mira hacia los costados, respira profundo y levanta la foto del presunto femicida. Con una media sonrisa. Con una mueca de espanto.
“No sé qué vamos a hacer ahora, hija. Estamos parados acá”, dice mi mamá.
La fuente Pucará -frente al muelle de lancha en Viedma- se rodea de personas como islas, que sólo rompen el mosaico de carteles para abrazar a la madre y al padre de Agos. Todos guardan silencio de procesión religiosa. Comienzan a caminar. Las más jóvenes lideran el movimiento de una gran masa de personas perdidas en un laberinto desconocido en medio de calles que transitan diariamente. Victoria Delgado, una de las amigas de Agos, me cuenta que ella marcha desde hace años, pero que muchas de las chicas jamás lo hicieron.
La marcha se acerca a la Plaza San Martín. Dos universos están por fusionarse. Los pasos lentos, pesados, de mujeres y hombres comienzan a acercarse a la música de redoblantes, mates, abrazos, saludos, aplausos.
“Estamos llegando a la plaza, acá donde se juntan ustedes. Seguramente acá sí van a pedir justicia”, la voz de mamá suena a ansiedad.
Le pregunto varias veces cómo se siente. No hay respuesta. Me va relatando lo que puede. Lo que quiere. Como siempre.
Esa plaza, cercada por el Poder Judicial, la Casa de Gobierno, el edificio de Justicia Federal y la residencia de los Gobernadores, es nuestro campo de batalla y la casa que nos abriga. La pérgola es nuestro escenario preferido de las históricas organizadoras viedmenses de los 8M, desde donde la voz quebrada y aguda de una referente de la agrupación Rosita Salvaje, hace temblar las baldosas. Con los ojos llenos de verdad y nostalgia, una de las fundadoras del Frente Verde, repite los nombres nuevos, las mujeres que se suman a una lista repetida, aniversario tras aniversario.
Pienso en el mensaje, en esas palabras, que son las palabras de las madres y abuelas de todas las plazas. Cómo el dolor nos lleva al origen, tal vez sin pensarlo, sin hacerlo piel. Quizás, esos hombres y mujeres, encolumnados detrás del pedido de justicia por Agos, no piensan ni por un instante en Norita, en Estela, en Tati y otras tantas. Yo sí. Las mujeres que desde la plaza ven acercarse la columna doliente, también.
Muchísimas mujeres y disidencias están sembrando color y música desde los árboles. Banderas, banderines y glitter ofician de manos que llevan, que guían frente una realidad que irrumpe en la vida de tantas mujeres, a través de Agostina, por primera vez este 8 de marzo de 2023.
***
Un par de días después de la marcha, una persona de la fiscalía de Quintana Roo se comunica telefónicamente con Edgardo, por instrucción del fiscal general Óscar Montes de Oca, quien desea hablar con la familia.
Antes de escuchar al padre de Agos, esta persona que habla en plural -lo que deja un sabor confuso en cuanto a responsabilidades- expone que es el sistema el que se excusa.
-Lo primero que queremos aclarar es que si hay alguna responsabilidad de quien fuera el novio de Agostina vamos a judicializar, eso no tenemos duda y no hay ningún espíritu de la fiscalía para encubrir nada, incluso si hay alguna responsabilidad de algún servidor público de aquí, lo va a actuar. Él quiere hablar directamente con ustedes, y ver si pueden viajar a México, en su caso la vía para que podamos nosotros apoyarte con gastos desde acá.
-Mire -responde Edgardo-, la verdad que no solamente por mi actividad, yo preferiría un encuentro por zoom con el fiscal general. De última si no quedara otra cuestión lo haría, de agotar todas las instancias virtuales, lo haría. La verdad que para mí viajar en este momento, al último lugar al que quiero ir es a Playa del Carmen, no estoy en condiciones mentales para afrontar ese shock, ese estress que me generaría.
Edgardo no confía en la gente que dejó ir el cuerpo ultrajado de su hija. Tiene claro que con esta gente hay que ir con pie de plomo y cuidándose las espaldas.
Rápidamente la persona del otro lado del celular aclara que va a organizar dicha reunión con el fiscal general Montes de Oca y un equipo de peritos para que le muestren al padre lo que tienen. Él -Montes de Oca- está instruyendo que también otras áreas del Estado mexicano puedan revisar la necropsia. Después, el fiscal, firme y escueto, deja a un costado la suavidad con la que venía abordando esta charla y escupe: “Se ha dicho que no se trabajó conforme al protocolo de femicidios. Toda muerte de una mujer se trabaja conforme al protocolo de femicidios”.
Edgardo se guarda la formalidad para quien esboce menos hipocresía; su voz se recompone notablemente, la armadura se coloca a una velocidad de fracciones de segundos como para interrumpir al correcto servidor público que cree que le está mintiendo.
-Mirá -dice tajante- ¿cómo es tu nombre?... Carlos, mirá: si encuentran a una chica fallecida joven en la situación que estaba: ahorcada, con un tipo adentro, y a ese tipo no lo detienen, no le toman declaraciones, no le toman el celular, a mí la verdad que la investigación me deja mucho que desear. Después de la autopsia, de que vimos lo que sufrió mi hija, yo te pido Carlos que vos te saques los pantalones de fiscal y te pongas los pantalones de padre y que me digas de qué lado estás, pero no me lo digas ahora eh, pensalo hoy a la noche, mañana y fijate de qué lado estás
Mientras el padre de Agostina habla, del otro lado se escuchan ruidos; alguien se ha sumado, ha entrado, ha corrido objetos.
-Para mí falló todo -dice Edgardo antes de cortar-, y falló al cien por ciento porque mi hija murió.
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La última foto de Agos es a las 00:20 hs del día sábado 18 de febrero.
Lista para salir.
Hago zoom en la mirada. En los bordes rotos.
Vodka y ron fueron la antesala del horror. Este dato consta en la declaración escueta del día 20 de febrero de Juan Reverter que se presenta con monosílabos. Los vecinos escucharon gritos hasta las 2.30 am aproximadamente. Según declaraciones obtenidas, después de esa hora el silencio se adueñó de la escena. El horario de deceso que figura en la incompleta, sesgada y empobrecida necropsia es 4 a.m.
La fiscalía no aplicó el protocolo correspondiente. El artículo 88 TER del Código Penal de Quintana Roo condena con prisión a todo servidor público judicial que no actúe de acuerdo a las leyes vigentes en relación al delito de femicidio. Tal vez, este apartado sea lo que les impide repensar en una investigación seria en la que ese “nosotros” del que el tal fiscal Carlos habla, se transforme en nombres propios y condenas reales.
Fiscalía liberó el cuerpo de Agostina y le dio a Candela dos opciones: cremar o hacer los trámites de traslado a Argentina. El miedo y la desesperación de la familia por proteger a Candela en un país extremadamente riesgoso, los llevó a autorizar la cremación. Así fue que la joven pudo viajar con las cenizas de su hermana.
Hoy las hipótesis en relación al paradero de Reverter apuntan, en su mayoría, a nuestro país, concretamente a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Al día de la fecha aún no existe orden de captura. La abogada de la familia Jalabert sostiene que el ahorcamiento fue un simulacro de suicidio. La fiscal especializada es un faro imprescindible.
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Ahora estoy manejando hacia mi casa, escuchando un tema de C-Tangana. Son las diez de la mañana. Mentalmente sigo conectada a esta crónica, pienso en la importancia de diseñar el deseo contemplando nuestra integridad psíquica y física. Hago un inventario de violencias que podrían haber terminado con mi vida. Respiro, agradezco estar acá y ahora. Me duelen las mujeres que, en este instante, son presas de las garras de la violencia machista.
Agostina parece golpear el parabrisas. Me detengo y estaciono sobre la calle Conesa, a pocas cuadras del PH que alquilo.
Un suspiro profundo me lleva a Patagones. Queda un camino inimaginable para obtener justicia. Lo cierto es que existen muchos elementos de prueba para armar el rompecabezas bestial, para hilvanar los hechos, las voces, la historia hasta llegar al mismo recorrido en el que 317 mujeres fueron asesinadas en Argentina desde el 8 de marzo pasado a este 8 de marzo, fecha inolvidable para tantas familias novatas en la práctica de ejercer nuestro derecho en la calle. No es sencilla la tarea de lavar del cuerpo la sensación de pisar el asfalto con un cartel en la mano.
Mi madre me llama, directamente, al celular. No pregunta si estoy ocupada, como es su costumbre. No atiendo. Inmediatamente llega un audio bastante extenso.
“Hija querida, me olvidé de decirte que la mamá de Agostina, en la marcha, se volvió hacia atrás, al lugar donde estaba yo, para abrazarme. Estoy hecha pelota la verdad. Mañana voy a ir al oculista, me costó reconocerla, no puede ser que venga a las marchas y no pueda ver quién me saluda o qué dicen los carteles. En la próxima, si llegás a estar acá, te acompaño”.
Es la primera vez en todos estos días que lloro a gritos. Llego a casa. Mi hija viene desde su cuarto, se sienta en el borde de mi cama y me dice: “¿Llorás por las mujeres muertas o por la abuela, mamá?”. Lloro por las mujeres muertas, por las que seguimos vivas, por las que zafamos. Por esta admiración renovada que estoy sintiendo hacia mi madre, que vuelve a demostrarnos que no hay retorno frente al poder indescriptible que experimenta el espíritu al trascender el miedo y la indiferencia del living de una casa.
Por Carolina Fernández
Fotos: Vanesa Schwemmler
16 noviembre 2024
Opinion