28 junio 2011
Opinion
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Como otros proyectos estratégicos rionegrinos, esta obra cuya primera iniciativa se remonta a 1911, sufrió dilaciones y postergaciones por casi un siglo.
La idea original fue presentada a la empresa del Ferrocarril Sud en 1922 por Jorge Burnichon, quien un año más tarde sostenía que “El dique que ha de levantar las aguas se emplazará a unas dos leguas arriba de la estación Fortín Uno. Este emplazamiento permitirá regar y al mismo tiempo obtener fuerza hidroeléctrica…”
Sin embargo, los capitales ingleses abandonaron el proyecto en 1924. A pesar de ello, los ingenieros Rodolfo Ballester y Diego Romero recorrieron la zona en 1932 y el ingeniero Thor Andersen localizó, entre 1939 y 1940 el lugar donde se levanta la obra en la actualidad.
En esa misma época, la Dirección General de Irrigación envió una comisión técnica que trabajó hasta septiembre de 1941.La obra se licitó en 1948 y fue adjudicada a la empresa italiana Panedile pero no se inició.
Entusiasmos y frustraciones parecen signos determinantes en las obras de infraestructura provincial. El dique derivador Salto Andersen y el canal principal de riego se construyeron entre 1950 y 1955 y en diversas oportunidades, cuando se preveía la instalación de las turbinas, todo se cancelaba.
Hay pues, detrás de esta obra, una larga sucesión de sueños y proyectos técnicos y políticos, pero sobre todo de hombres y mujeres que creyeron en ese sueño de progreso.
En la actualidad, cuando se ha encendido una luz roja sobre la oferta mundial de energía y en nuestro país se produce el primer déficit comercial energético desde 1987, esta obra adquiere particular trascendencia.
Hay detalles que deben señalarse: incluye la central hidroeléctrica propiamente dicha, la línea de interconexión, las estaciones transformadoras de Salto Andersen, la adecuación de Pichi Mahuida, los sistemas de comunicación y la readecuación del dique.
La construcción estuvo a cargo del grupo español Isolux Corsán SA e involucró unos 500 trabajadores, la mitad originarios de la ciudad de Río Colorado.
Más del 50% del financiamiento de la obra se realizó con recursos provinciales, mientras que otros fondos provinieron del Fondo Fiduciario Federal de Infraestructura Regional y del Fondo Fiduciario del Banco Nación, operación ésta última que se encuentra en trámite.
La generación media anual de la Central Hidroeléctrica Salto Andersen será de unos 52,5 MW/H, que equivale al 65 % del consumo total del departamento Adolfo Alsina, incluyendo a la ciudad de Viedma; energía que se integrará al Sistema Interconectado Nacional, además de alimentar líneas eléctricas locales y regionales.
En otro orden, representa también el doble de la demanda actual del departamento Pichi Mahuida, en el que se encuentra emplazada la obra, incluyendo el consumo de la ciudad de Río Colorado y equivale al 50% de la producción conjunta de las cuatro centrales hidroeléctricas provinciales existentes en los valles Superior y Medio del río Negro.
En vinculación con los aspectos ambientales, debe señalarse que la producción eléctrica a partir de la fuerza hidráulica ofrece las ventajas de evitar emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, como el dióxido de carbono (CO2), además de otros gases contaminantes que caracterizan a las centrales térmicas.
La Central Hidroeléctrica Salto Andersen no sólo convierte al viejo dique derivador en un emprendimiento multipropósito, dado que posibilita también la puesta bajo riego de unas 20 mil hectáreas en ambas márgenes del río Colorado, en Río Negro y La Pampa, sino que generará los recursos económicos suficientes para promover el desarrollo de la región.
Puede citarse en tal sentido el proyecto de ley presentado en esta Legislatura, que prevé subsidiar la tarifa eléctrica a aquellos productores que utilicen energía eléctrica para el riego presurizado de sus parcelas y defensa contra heladas, y también a las agroindustrias que procesen la producción zonal.
Partiendo de esta experiencia, que condujo a la sanción de la ley provincial Nº 3.930, el Departamento Provincial de Aguas (DPA) puede operar sus propias centrales hidroeléctricas e incorporar la energía producida al Mercado Eléctrico Nacional.
En este marco, el DPA decidió concretar una serie de estudios básicos, llegando en algunos casos a las instancias de prefactibilidad, a efectos de contar con una planificación clara del desarrollo hidroeléctrico que le permitiera a Río Negro ordenar y priorizar futuras inversiones en el campo energético.
Se trata de una decisión de relevante trascendencia en tiempos como los actuales, en que se torna imperiosa, a juicio de los expertos, la necesidad de establecer una nueva matriz energética para hacer frente de manera sustentable a una demanda que crece exponencialmente. En este sentido, ha trascendido recientemente que entre los estudios de prefactibilidad se cuentan proyectos referentes al uso de la energía eólica como generadora de energía eléctrica, en diferentes zonas de una provincia en donde lo que sobra, es precisamente viento y de alta calidad.
Las condiciones de la provincia de Río Negro, el hecho de contar con legislación actualizada y la existencia de un organismo como el DPA, con aptitud técnica para intervenir en todas las fases de estos procesos, hacen suponer que no existirán en el futuro proyectos de envergadura que se dilaten a través de las décadas.
Es muy auspicioso, por lo imprescindible, que una provincia que necesita del crecimiento sostenido, tanto industrial, como agropecuario y de servicios, cuente entre sus políticas estratégicas de largo plazo, la generación de energía eléctrica propia, recurso sin el cual nada de eso se puede hacer. Y no menos grato resulta ser que esta tarea sea encarada por un ente del prestigio del DPA, que ha sabido mantener, a lo largo de sus fructíferos años de existencia, gran eficiencia, capacidad inventiva y concreción de proyectos, sustentado todo en el hacer cotidiano de todos sus trabajadores.
Pedro Suárez
Candidato a legislador del PPR por el circuito Valle Inferior
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