La recuperación de la democracia y una carta

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Amigos en aquellos años de bohemia y compromiso social como el negrito Oscar  Ovidio Ancel, poeta y pintor,  y del gordo Ángel Enrique Ogues, dramaturgo y escritor, al cual llamábamos en broma el gordo Odres, que fueron acribillados a balazos (dijeron que por error) en mi ciudad natal de Bahía Blanca.

O de otros escritores como el poeta Jorge Reboredo, director de la revista Rayos del Sur, que fue empujado al suicidio.

O las muertes ominosas de Rodolfo Walsh, del pelado Roberto Santoro, de Haroldo Conti, de Francisco Paco Urondo, de Héctor Oesterheld  y de tantos otros escritores y poetas de provincias que escribieron páginas y libros antológicos de nuestra literatura.

La persecución  y el acoso a intelectuales como Juan Gelman, Héctor Tizón, los redactores de la emblemática revista Crisis y la lista sería  extensa y redundante.

Por eso en esta fecha me gusta ver las publicaciones de aquellos tiempos que conservo en mi archivo personal y las cartas intercambiadas con varios amigos que aún hoy como en mi caso pueden contar “la historia” y con los cuales aún tenemos contacto, -ahora por Internet- como los poetas Jorge Isaías, Rubén E. Vedovaldi, Juan Carlos Jiménez, director de la revista literaria Amarú (que aún sigue saliendo) y Gabriel Morales obligado a exiliarse en un pueblito de Jujuy, que fuera director de la prestigiosa revista Huaico. Y tantos otros. Tantos.

Y cartas, muchas cartas que guardo en mi archivo epistolar como un testimonio de esperanza en medio de tanto dolor: varias de los obispos Esteban Hesayne, Jaime de Nevares y Adolfo Pérez Esquivel entre otras.

De monseñor Hesayne conservo como un tesoro su libro “Cartas por la vida” amorosamente dedicado. De él aprendí a no tener miedo.

Pero tengo ante mi vista un verdadero documento de aquellos años tristes: una carta de puño y letra del escritor y poeta Vicente Zito Lema, entonces director de la ya mencionada revista Crisis, fechada en Agosto de 1976, en la que me dice al final que “malos vientos soplan sobre nosotros”. Luego vendría el exilio en Europa, el desarraigo, la pena, el dolor.

Luego ya es historia conocida: la marcha de las madres todos los jueves, la tragedia de Malvinas y la recuperación democrática.

La esperanza de una vida en libertad permitió el regreso de los exiliados pero como supo decir Eduardo Galeano quedaron atrás afectos que nunca se vuelven a recuperar. Familias destrozadas. Talentos truncos. Vidas cambiadas.

Por eso esta fecha tan especial debe servirnos a todos  para la reflexión serena y para encontrar el camino del encuentro en la pluralidad de opiniones.

Y muy en especial para transmitir a los más jóvenes las vivencias de aquellos años crueles y recordarles que “la democracia es el ordenamiento más congruente con la paz, y es en la paz, donde se multiplican los logros del intelecto y las oportunidades de incorporar esos logros a la vida de todos”.

Han pasado muchos años y mucho agua bajo los puentes del país y de los argentinos, pero tenía razón Vicente cuando en la carta me decía que “siempre llegará otro momento, siempre habrá esperanza para todos los que amamos la poesía, la belleza y vivimos de pie”.

Porque en síntesis de eso trata la vida: de mantener una conducta y una coherencia, un compromiso con la justicia y vivir de pie. A pesar de todo.

Jorge Castañeda

Escritor - Valcheta

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