La SEDRONAR, Juan Carlos Molina, y el nuevo paradigma que también llega a Bariloche

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Lo primero que recibimos fue la sensación de una apuesta muy fuerte de la SEDRONAR, que bajo la conducción del cura Juan Carlos Molina plantea un redireccionamiento de esta secretaría, que hasta ahora funcionaba dirigida a la persecución del narcotráfico, hacia la contención y reinserción de los jóvenes que sufren consumos problemáticos, esta tarea será articulada con las distintas municipalidades del país, en el caso de Bariloche la Secretaría de Desarrollo Humano a cargo de Andrés Luetto es la encargada por orden de la intendenta María Eugenia Martini de complementar todas las acciones para lograr llevarlo a cabo en tiempo y forma.

La frase más escuchada durante la capacitación fue “lo que se busca es un cambio de paradigma”, esta expresión tan usada en la actualidad proviene de un libro escrito por el filósofo de la ciencia Thomas Khun, “La estructura de las revoluciones científicas”, que planteó, muy resumidamente, que el camino en la construcción del conocimiento humano no será lineal, ni acumulativo, como hasta ese momento plateaban el Racionalismo Crítico o el Empirismo Lógico, sino por rupturas en las que se establece un “cambio de Paradigma”, una nueva cosmovisión, que rompe absolutamente con lo anterior y plantea el desafío de “ver distinto”, ver otro problema, con otra óptica, con otros valores, que produzcan otras valoraciones, que necesariamente plantearán otros métodos y promoverán otros resultados, valoraciones, métodos y resultados no comparables con el anterior paradigma (inconmensurabilidad de los paradigmas), por eso se habla de “revolución”, todo cambia.

Molina, sacerdote salesiano, levanta el nuevo andamiaje de la SEDRONAR salpicado de esta rica experiencia histórica que arrancó con Don Bosco hace 200 años rescatando pibes de la calle y de las cárceles, y disputándoselos al poder privilegiado de la época; de esa manera busca poner el eje en “los pibes como sujetos de derecho” y no como culpables de estar en el lugar al que la realidad social los empujó.

Una de las primeras aclaraciones de Molina fue que muchos explican la palabra “adicción” como el que no puede decir o expresar lo que le pasa, esta versión etimológica traslada erróneamente mecanismos de significación del castellano a una palabra mucho más antigua, de origen griego y posteriormente tomada por los romanos, en realidad el “adicto” es “el que es llevado a ser esclavo”, esclavo de otro al que le debe, versión nunca más coincidente con la tragedia de los pibes que ya no son dueños de sus vidas por no haber podido resistir un consumo que mientras les propone segundos de consuelo les roba años de vida.

Molina empezó tratando de romper con la inercia instalada en el tratamiento de adicciones, de ahí el “cambio de paradigma”, “no vamos a construir granjas terapéuticas, ni lugares de aislamiento, ni clínicas de desintoxicación, y no nos quedamos solo en la reducción de daños” con esta aseveración dejó incómodos a la mayoría de las 300 personas que por trayectoria veían esos lineamientos como las formas posibles de enfrentar este “problema social”, y ese es otro de los ejes principales, “los consumos no son un problema del pibe que consume, y ni siquiera solo de su familia o entorno, son un problema social, problema que crea la sociedad y la sociedad debe solucionar”. La aislación/internación de la persona con problemas de adicción se ha demostrado incapaz de solucionar el problema porque si bien en algunos casos logra reducir el consumo de sustancias durante el período de internación, la persona vuelve después a su realidad, sus amigos, su familia, su barrio, sus carencias, sus sufrimientos, todos esos ladrillos que construyen su vida y que lo llevaron al consumo, por eso en la gran mayoría de los casos al volver a su vida vuelve al consumo, pero casi siempre empeorado.

La “reducción de daños” tampoco va a ser una solución integral porque se establece como práctica con el sujeto y no con su realidad, va a buscar aminorar las consecuencias destructoras del consumo pero sin incidir en la realidad que lo promueve.

Por último para esta primer crónica, Molina hizo centro duramente en “el vínculo” como herramienta indispensable para lograr el cambio, no hay ninguna posibilidad de generar un cambio en la vida de los chicos si no logramos previamente un vínculo con ellos, si no confían en nosotros menos lo harán en lo que les proponemos, deben sentir que los sacamos del lugar de peligrosos, enfermos, delincuentes, locos; deben sentir que los queremos y para lograrlo únicamente funciona hacerlo realmente. No hay actuaciones posibles, no hay roles profesional-paciente ni educador-educando, solo el vínculo puede cambiar el corazón.

Si como sociedad no lo logramos veremos una vez más fracaso tras fracaso como hasta ahora. Max Weber planteaba hace ya más de 100 años que el hombre construye formas de “adaptación” entre lo que el sistema le plantea como meta y las posibilidades reales que le da para alcanzarlas, los consumos son una forma más de adaptación:  lleno el agujero que me deja la frustración de no ser lo que los demás me dicen que debo ser, tapo el sufrimiento de no poder ver un futuro posible para mí como el que me cuenta la tele todos los días que debería tener, curo por un rato las heridas del alma que me produce que mis padres me hayan abandonado, o que me abandonen hora tras hora a pesar de estar presentes, o que mi escuela me etiquete “problemático”, o que las zapatillas o los celulares que a gritos me dicen que debo tener para ser alguien no estén a mi alcance, que el “lugar del encuentro” sea alcoholizarse  y como no quiero estar solo no me queda otra, que la sociedad hable todo el tiempo de consumo, que sostenga ese concepto como base para la salud de la economía, y como parámetro de bienestar para las personas. Y que todo lo anterior junto se vaya cristalizando en una cultura que no elijo, pero que me conforma, me rodea, me define y me impone sus prácticas y valores; y que finalmente al adapatarme a ella me coloca en el lugar del error.

Molina emprende una tarea titánica, no solo por el cambio cultural que pretende, sino por la encarnación social de su objetivo, “cada pibe que nos llegue roto al CET debe salir erguido, seguro de sí, y con trabajo, casa y novia”, o sea con una vida que reemplace a la no vida que tenía y debió llenar con una sustancia. La SEDRONAR se propone entonces incidir mucho más allá del consumo de sustancias, interactuar con los distintos organismos estatales y privados que determinan con sus acciones u omisiones esa “no vida”.  Algunos que creemos firmemente que este es el camino correcto, aunque sea el más difícil, ahí vamos, y invitamos a toda la sociedad a comprometerse, por nuestros hijos.

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