Por Pedro Pesatti*
En 1973, Río Negro se convirtió en escenario de
una de las transformaciones más profundas que los sistemas sanitarios del país
hayan registrado a lo largo de su historia. La sanción de la Ley 898, el 30 de
noviembre y promulgada el 14 de diciembre de ese año, marcó el inicio de un
cambio que buscaba garantizar el acceso a la salud como un derecho universal.
Bajo la gestión del gobernador Mario José Franco
(1973-1976), el Plan de Salud no solo desafió la lógica de la medicina privada
—centrada en la enfermedad—, sino que propuso una visión basada en la
prevención y en la atención primaria como eje organizador de un nuevo sistema
de atención.
La Ley 898 consolidó al Consejo de Salud como la
autoridad sanitaria provincial, ampliando significativamente su rol original,
desde que fuera creado en tiempos del gobernador Edgardo Castello.
Este organismo, dotado de plena autarquía, se
convirtió en el pilar de un sistema integral que abarcaba infraestructura,
regulación, fiscalización, capacitación, investigación y producción de insumos hospitalarios.
Presidido por un médico e integrado por
representantes de distintos sectores de la comunidad, el Consejo trazó un
modelo que priorizaba la prevención de enfermedades y la promoción de la salud
por encima del tratamiento exclusivo de las patologías. Esta perspectiva
marcaba, además, una fuerte diferenciación con la medicina privada, que
históricamente organizó sus servicios en torno al diagnóstico y a la atención
de la persona ya enferma.
Los resultados no se hicieron esperar. En los
últimos meses de 1973, las consultas en hospitales públicos aumentaron un 9%.
Pero ya en 1974, año clave en la ejecución del Plan, este crecimiento alcanzó
el 88%, y en 1975 superó el 122%.
Estos avances surgieron en un contexto de
extrema precariedad.
Según Alberto Dal Bo, primer presidente del
Consejo Provincial de Salud, los hospitales estaban en condiciones deplorables,
sin equipamiento básico y con servicios arancelados que se constituían en una
barrera para las clases de bajos recursos.
El Plan Trienal de Gobierno (1974-1976) delineó
una política sanitaria sin precedentes. Entre sus objetivos se encontraban la
creación de residencias médicas, la implementación de una historia clínica
única, la jerarquización de la enfermería y la mejora de las condiciones
salariales de los profesionales para fomentar su dedicación exclusiva. Para
fortalecer el mismo objetivo, el Banco de Río Negro promovió préstamos para la
adquisición de viviendas y vehículos en el universo de médicos hospitalarios.
Estas medidas atrajeron a muchísimos jóvenes
altamente capacitados, quienes garantizaron la cobertura hospitalaria y la
atención continua mediante guardias las 24 horas, algo inédito en la provincia.
Además, se incorporaron bioquímicos, farmacéuticos, psicólogos y obstetras,
mientras que el presupuesto de salud, en 1974, se duplicó.
La rigurosidad y la excelencia fueron
características distintivas del plan.
Para ingresar al sistema, los aspirantes
debieron superar un exigente examen de oposición realizado en el Instituto
Paulo VI de Viedma. El examen, recordado por su dificultad, se convirtió en una
anécdota ilustrativa de la seriedad con la que se seleccionaban los
profesionales. Como alumno de entonces, de la escuela primaria que funcionaba
en el instituto, recuerdo cómo las clases fueron interrumpidas para permitir el
examen. Al día siguiente, el director de la escuela, el hermano Germán Tosti,
comentó, frente a quienes eramos sus alumnos, que muchos postulantes habían
dejado sus hojas en blanco o incompletas, destacando, con su comentario, el
alto nivel de exigencia.
El Plan no sólo fortaleció la infraestructura
sanitaria con ambulancias y equipos de radiología en los hospitales de todas
las ciudades, sino que a la par redefinió la atención primaria como la línea
estratégica del sistema.
En efecto, la prevención se convirtió en el eje
rector, priorizando la educación sanitaria y la promoción de hábitos para
evitar enfermedades antes de que requirieran tratamientos complejos o costosos.
Este enfoque contrastaba con el modelo privado, que históricamente organizó su
estructura en torno al tratamiento de enfermedades del que obtiene,
naturalmente, su beneficio económico.
Sin embargo, el avance no estuvo exento de
obstáculos. Como tantas políticas disruptivas que afectan intereses,
rápidamente se corporizaron detractores que boicotearon el éxito del proyecto.
Según Dal Bo, algunos sectores gremiales y obras
sociales sindicales se mostraron reticentes a apoyar el Plan, manteniendo o
favoreciendo sus vínculos con el sector privado. Además, la federación que
agrupaba a los prestadores presionó activamente para debilitar el sistema
público, viendo en él una amenaza a sus intereses comerciales. El golpe final
llegó con la dictadura militar de marzo de 1976. Con argumentos ideológicos, el
régimen desmanteló el sistema, persiguió a médicos bajo acusaciones comunes en
la época: zurdos, bolches, subversivos, etc. y destruyó deliberadamente el
equipamiento hospitalario.
Detalles triviales, como el largo del cabello o
la barba de los profesionales, fueron usados para justificar purgas o
deslegitimar al hospital público. Este desmantelamiento no solo interrumpió un
proceso de transformación sino que también reorientó recursos hacia el sector
privado, perpetuando un modelo desigual en el acceso a la salud.
A pesar de su corta duración, el Plan de Salud
de Mario Franco dejó un legado imborrable. En menos de tres años, demostró que
un sistema centrado en la prevención y la atención primaria puede transformar
la vida de las personas. Hoy, medio siglo después, su modelo sigue siendo una
referencia para quienes buscan garantizar la salud como un derecho universal,
en oposición a la mercantilización de la vida humana.
La historia de este plan no sólo es un
testimonio de lo que fue posible, sino un recordatorio de lo que puede lograrse
cuando las políticas públicas priorizan el bienestar colectivo. Su
desmantelamiento es una advertencia sobre los riesgos de abandonar la defensa
de sistemas que promuevan la igualdad y la accesibilidad en derechos básicos
como la salud.
La sociedad de entonces, sobre todo sectores de
clase media, se sumaron con su opinión -en línea con el discurso oficial de la
dictadura, encarnado en la figura del Dr. García García, secretario general de
la gobernación del gobierno de facto- a la acción destructiva del plan.
En un contexto global donde el debate sobre la
salud pública y privada sigue vigente, el ejemplo de Río Negro y el Plan de
Salud de Mario Franco se constituyen como uno de los hitos mas relevantes de la
historia política e institucional de la provincia.
Una experiencia singular que debemos recordar,
conocer y valorar. Un ejemplo que puede ayudarnos a comprender, con mayor
certidumbre, la capacidad y potencia que los rionegrinos y las rionegrinas
tenemos para construir (y darnos) un futuro mejor.
8 diciembre 2024
Opinion