Los análisis pos eleccionarios resultan más claros cuando se deja pasar el tiempo y se atenúa el cansancio tras algunos festejos exacerbados y, en algunos casos, acoplados a triunfos ajenos. Pero siempre es bueno y reconfortante festejar.
Es bastante usual, en la vorágine política –por decirlo de forma decorosa- dejar fluir la pasión a medida que se van conociendo los votos de las urnas pero, previo a un análisis más detenido, es necesario remitirse a la exactitud de algunos datos duros.
De los 23 intendentes electos el domingo en Río Negro, 11 (casi la mitad) son del Frente para la Victoria. La entente albertista solo pudo armar listas en 9 distritos y perdió en 6. En las ciudades grandes –Viedma y Cipolletti-, sabiéndose perdedor de antemano, se resignó a esperar derrotas ajenas. Por supuesto que esas fotos le fueron negadas: las capitalizaron Sanz y Odarda, respectivamente. En Roca, Martín Soria tuvo un triunfo aplastante y sextuplicó los votos del candidato del gobernador. Los radicales, en tanto, sobre todo revalidaron sus intendencias en el sur de la provincia y en la capital, aunque queda por verse cuántos de esos votos podrá rastrillar en junio el desgastado Massaccesi.
En el mapa rionegrino que nos dejó el 3 de mayo, entonces, el Frente para la Victoria provincial, al igual que en la nación, es la única fuerza con presencia en todos los distritos y con intención de voto considerable en casi todos ellos. Y, a diferencia de otros partidos y alianzas de ocasión, contiene fuerza propia: es la expresión actual del movimiento justicialista, conducido por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La cohesión del Frente para la Victoria contrasta con la heterogeneidad y la fragilidad de los pactos nacionales y sus expresiones provinciales, muchas veces divergentes.
En el caso de nuestra capital, el peronismo no ganó la intendencia pero quedó fortalecido: presidirá el Concejo Deliberante y el Tribunal de Cuentas. Logró el 43% de los votos y, sobre todo, dio a conocer un candidato joven y promisorio, en una campaña masiva, inclusiva y respetuosa. En ese escenario, el comportamiento maquiavélico y especulador del gobernador ha logrado imposibles: que algunos peronistas viedmenses festejen –sotto voce- el triunfo del radicalismo en nuestra ciudad. De los mismos radicales que fueron sus adversarios de siempre. Esos compañeros ya harán su autocrítica, a su debido momento, y volverán al partido que los vio crecer buscando la justicia social.
Muchas cosas son lícitas en política, también la existencia de urracas. Pero éstas no son perdurables: toda ficción se revela como tal, tarde o temprano. En nuestra provincia será muy pronto: el 14 de junio. Después, ya no habrá nidos usurpados.
Entonces, solo va a quedar como un recuerdo (triste o pintoresco) la imagen de un gobernador recorriendo en camioneta oficial las localidades del valle del Río Negro, un domingo de elecciones municipales, buscando un triunfo prestado donde sacarse una foto para disimular la total carencia de construcción territorial, resultado lógico de su comportamiento errático y ambicioso.
16 noviembre 2024
Opinion