Fue gracias a este movimiento que Argentina dejó de ser un país agrícola-ganadero, para convertirse en una Nación con escala internacional, desarrollo industrial, mercado interno, pleno empleo y dignidad para todos los trabajadores de la Patria.
Con su irrupción política, las grandes mayorías comenzaron a ser incluidas en el reparto de la riqueza nacional y se constituyó en un hecho innegable de los trabajadores como columna vertebral de cualquier transformación histórica.
Perón comprendió que solo el movimiento obrero posibilitaría un crecimiento real y sostenible de la riqueza del país; a través de ellos se erguía un nuevo modelo de desarrollo con Justicia Social, con la intervención directa del Estado en la economía y la sociedad. El proyecto de liberación nacional pretendía vincular los intereses de los trabajadores con los destinos de la Patria.
En la antítesis, estaba el modelo elitista de enriquecimiento que se manifestó en el Golpe de Estado de 1955 y abrió las puertas a la revolución fusiladora y los años de proscripción peronista. Aquello no pudo acabar con las conquistas sociales inquebrantables del peronismo, ni con el mismísimo Juan Domingo Perón, quien desde el exilio continuó con sus pensamientos por los destinos de la Nación.
Allí surgió la resistencia y la lucha incansable por el regreso del líder, que pudo cristalizarse con en el triunfo electoral que logró en 1973, cuando obtuvo el 62% de los votos. Apenas unos meses después de su retorno, y con el cumplimiento en poco tiempo de los sueños justicialistas, el pueblo argentino lo vio partir.
Hoy seguimos decididos a conquistar la plena dignificación de nuestro pueblo. Sólo lo lograremos con unidad, compromiso y la búsqueda constante del bien común para nuestro pueblo.
Senadora Silvina García Larraburu
16 noviembre 2024
Opinion