Volvamos a mirarnos a la cara

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Los efectos de los resultados de una elección son siempre a mediano y largo alcance, pero nunca pueden marcarnos la agenda de la inmediatez política.

Esta verdad, sacada del más puro empirismo surgido del sistema electoral del mundo liberal, debe ubicarnos como partido y movimiento social y político.

El justicialismo rionegrino ha tenido y tiene una indiscutible experiencia desde 1983 en adelante.

La frustración de 1983 derivó en la reconstrucción renovadora de 1987 que nos puso a un puñado de votos del gobierno.

El internismo feroz nos llevó a la debacle de 1991 y una reconstrucción militante nos puso a 500 votos de Laprida y Belgrano en 1995.

Un capricho personalista nos cacheteó en 1999 y los intentos del 2003 y 2007 nos mostraron el camino.

Aquella gloriosa jornada de septiembre de 2011 nos demostró que unidos y organizados somos imbatibles, pero la inesperada desgracia del 1 de enero del 2012 junto a la desaparición prematura de un vicegobernador,  abrieron el cauce para que –falencias militantes mediante- veamos burlada la fe peronista nuevamente.

Lejos de echarle la culpa siempre a cuestiones foráneas al movimiento justicialista, es oportuno señalar que esta vez la incomprensión de muchos, la avaricia de otros y la endeblez propia, nos jugaron en contra.

Pero la política, como enseña Perón en su Manual de Conducción, no se construye ni de lamentos ni de estrecheces ni con tibios.

Se construye con militancia y trabajo.

Hay que decirlo y reiterarlo: Río Negro se perdió un gran gobernador al no elegir a Miguel Pichetto.

Pero ello, lejos de transformarse en un lamento, debe ser una guía y un motor.
Nunca antes la provincia fue testigo de un proceso transformador de la mano de un gobierno nacional como en estos años gracias a la tarea encomiable de nuestro senador.

La ruta 23, la Universidad Nacional de Río Negro, la obra pública en pueblos y Parajes, la apertura hacía nuestro pueblo originario, la atención a las economías regionales y la reconstrucción de la política como eje transformador fueron y son testigos ineludibles de la historia reciente.

Ambulancias, viviendas, desarrollo tecnológico, accesos, puentes, rutas y caminos, nos dejan el camino allanado para demostrar qué hace un peronista puesto a trabajar por su pueblo.

Es hora entonces de evaluar y disentir.

Discutir, dialogar, debatir y construir.

Pero, por sobre todas las cosas, es hora de militar.

Como dice el Papa Francisco “ Vamos a dialogar, hay conflicto, lo asumo, lo resuelvo y es un eslabón de un nuevo proceso. Hay un principio que nos tiene que ayudar mucho. La« unidad es superior al conflicto» 

Mirar al compañero y a la compañera a la cara y despejarle las dudas sobre procederes y objetivos.

Restablecer los vínculos con el mundo del trabajo y orientar el conocimiento hacía el desarrollo y la equidad.

Fieles a la doctrina, entendemos que volver a la fuente, con la columna vertebral reconstruida desde los cimientos del movimiento obrero organizado, es otro de los grandes pasos por venir
Esa es la tarea.

Responsabilidad ante los hechos y militancia y trabajo para convencer a un pueblo que espera aún su gran hora.

Es Francisco quien también nos pone de cara a otro objetivo cuando en Paraguay nos dice: “Traer el pan a casa, ofrecer a los hijos un techo, salud y educación, son aspectos esenciales de la dignidad humana, y los empresarios, los políticos, los economistas, deben dejarse interpelar por ellos”. 

En nuestro caso, desde el peronismo provincial, reconocemos fielmente que “un movimiento que no tiene vivas las preocupaciones de la gente, un movimiento que por 30 años vive en la inercia de la interminable  interna, es un movimiento agónico”.

Ese es el desafío que nos queda desde el lugar que nos toca.

No es cierto que la historia la escriben los que ganan.

También la escriben aquellos que, aún perdiendo, mantienen en alto sus convicciones y creencias.

Ese es el objetivo supremo: construir entre todos un proyecto de provincia para el pueblo, por el pueblo y con el pueblo.

Y que nuestro compromiso sea un juramento irrenunciable.

Más nos vale.
 

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