La verdadera diferencia entre Scioli y Macri es: proteccionismo o librecambio.

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Estas palabras pertenecen al historiador Norberto Galasso y son la expresión cabal de lo acontecido en nuestro país desde antes, aún, de la Revolución de Mayo y perdura hasta nuestros días.

La vida de nuestro país se encuentra inexorablemente atravesada por esos términos: proteccionismo y librecambio, los que, indudablemente, son mucho más que simples palabras o teorías económicas. Según se aplique uno u otro modelo, se beneficiarán las grandes mayorías o algunos pocos. Florecerá la industria nacional, grande, pequeña y mediana o significará la inevitable ruina para todas ellas. Ruina que conlleva a la consecuente pérdida de miles de puestos de trabajo de aquéllos que serán despedidos por el cierre o achicamiento de las fábricas, talleres, emprendimientos, Pymes, etc. 

Ese asalariado que perderá su empleo, dejará de consumir alimentos, indumentaria, juguetes, zapatillas, helados, cerveza, gaseosas, celulares, etc. etc., como lo viene haciendo. No podrá comprarse una moto o cambiar el auto, como lo viene haciendo. Tampoco hacerse una escapadita de descanso, los fines de semana largos, como lo viene haciendo.

Entonces, todos los comerciantes venderán menos y, si tienen empleados, deberán despedirlos o achicar su planta para subsistir, generando más desempleados que, a su vez, tampoco podrán seguir comprando y consumiendo, como lo vienen haciendo. Es decir, una bola de nieve imparable, un círculo vicioso perverso, que habrá de llevarnos irremediablemente a la ruina, la hiper inflación, la pobreza, el desempleo y la mano de obra barata. Perversidad que ¡oh caramba! a alguien beneficia ¿a quién?, al empleador dueño de una gran empresa, generalmente multinacional vinculada a los sectores de la importación y del capital concentrado que, contrariamente, a las pequeñas y medianas empresas, no se fundió sino que, todo lo contrario, se enriqueció enormemente y, encima, paga dos pesos a sus empleados por la necesidad que tiene la gente de tener un trabajo aunque sea mal pago para darles de comer miserablemente, aunque sea, a su familia.

Esto no es un cuentito, es la más cruel de las realidades, que nuestro país ya vivió con la política de libre cambio implementada por la dictadura genocida primero, con Martinez de Hoz como sangriento estandarte y perfeccionada luego por Menem, De La Rua, Cavallo, Melconian y tantos otros secuaces.

Los lectores más chicos no han vivido esas nefastas épocas o eran muy pequeños. Por eso, es obligación de los mayores hacerles saber cuáles son las consecuencias del librecambio pregonado hoy por los principales asesores económicos de Cambiemos y por el propio Macri.

Dije, al comienzo, que el debate entre proteccionistas y librecambistas se remonta a los tiempos anteriores a la Revolución de Mayo. En efecto, Martín Gregorio Yáñiz sostiene en 1809 que “Sería temeridad equilibrar la industria americana con la inglesa: estos audaces maquinistas nos han traído ponchos, que es un principal ramo de la industria cordobesa y santiagueña, estribos de palo dados vuelta, sus lanas y algodones que a más de ser superiores a nuestros pañetes, zapallangos, bayetones y lienzos de Cochabamba, los pueden dar más baratos, y por consiguiente arruinar enteramente nuestras fábricas y reducir a la indigencia a una multitud innumerable de hombres y mujeres que se mantienen con los hilados y tejidos”. Y agrega “Es un error creer que la baratura sea benéfica a la Patria; no lo es efectivamente cuando procede de la ruina de la industria, y la razón es clara: porque cuando no florece ésta, cesan las obras, y en falta de éstas se suspenden los jornales; y por lo mismo, ¿qué se adelantará con que no cueste más que dos lo que antes valía cuatro si no se gana más que uno?”.

Con gran esfuerzo y debido a las medidas de apoyo del Estado: proteccionistas, han podido sobrevivir y crecer innumerables pequeñas, medianas y grandes empresas que estaban fundidas en la época del librecambio y el neoliberalismo. Sólo como ejemplo: la industria del calzado, del cuero; la industria de los juguetes, hoy de cada diez juguetes cinco se fabrican íntegramente en la Argentina; los artefactos del hogar, celulares, la industria metalmecánica, la fabricación de maquinarias agrícolas, indumentaria, alimentaria, aeroespacial, etc. etc. Con ello no sólo hemos recuperado soberanía, sino que se han creado millones de puestos de trabajo.

Es decir, los ingleses y luego los europeos y norteamericanos, de los cuales el PRO es su expresión vernácula, crecieron económica e industrialmente gracias a la aplicación de un estricto proteccionismo doméstico y un fuerte auxilio del Estado al proceso de industrialización. Los resultados benéficos de esa política están a la vista de todos. Pero hete aquí que, para los otros, para el resto del mundo, especialmente para los países emergentes como el nuestro, se esmeraron en sostener y difundir los principios del librecambio y de la libre actuación del mercado -el caballito de batalla de Macri-, condenando como contraproducente cualquier intervención del Estado.

Es decir, imprimieron a esa ideología de preservación de su hegemonía, las apariencias de un principio científico universal de la economía. Lograron persuadir de su procedencia por un largo tiempo a los demás pueblos, que se constituyeron pasivamente en mercado para sus productos, con la colaboración inestimable de los cipayos de adentro, sin la cual esa política de penetración no hubiera tenido éxito.

“De esa forma la subordinación ideológica -en las naciones que aceptaron los postulados del libre comercio como un principio científico de carácter universal- se constituyó en el primer eslabón de la cadena que los ataba al subdesarrollo endémico y a la subordinación política, más allá de que lograran mantener los atributos formales de la soberanía”. (Marcelo Gullo, La Historia oculta).

Cómo será esa penetración y subordinación ideológica que aún hoy se sigue enseñando en las Universidades argentinas -aún en las 14 nuevas creadas por este gobierno- el libre cambio como principio científico benéfico. De allí mamaron sus saberes Melconian (el que estatizó la deuda privada argentina a favor de sus amigos, y que pagamos Ud. y yo, siendo segundo de Cavallo), Spert (el que sostiene que las paritarias son fascistas), Broda (el que afirma que el ajuste habrá que hacerlo aún a los golpes), Prat Gay (quien expresa el más rancio porteñismo centralista y discriminatorio respecto del país verdadero que somos las provincias, también dudosamente llamadas “interior” ¿interior de qué?), luego perfeccionado, obviamente, en claustros norteamericanos. Por nombrar sólo la delantera del equipo de Macri y Cambiemos.

El pensamiento hegemónico sería más o menos así: nosotros nos desarrollamos, crecemos y nos defendemos con el proteccionismo (es decir, protegemos nuestra industria, nuestros productos, nuestra economía) y le hacemos creer a “la gilada”: países en desarrollo como el nuestro, que deben aplicar el librecambio y fundirse, pero eso sí, no deben echarle la culpa al librecambio sino a otra cosa como por ejemplo a su atraso, su ignorancia, a los malos gobernantes que les tocó en suerte, o incluso al clima.

Clarito como el agua clara ¿Qué Nación no tiene el derecho y la obligación de protegerse para crecer en beneficio de su gente? Pues bien, por mucho tiempo nos hicieron creer que eso no era así, que era malo.¿Qué industria puede subsistir si le dejan entrar al país sin pagar impuestos o muy poco, los mismos productos que él produce, generalmente, mejores y más baratos?: tal el librecambio. Hasta que en la Argentina y en la región hace una década, sus gobernantes empezaron a dar vuelta la tendencia y a pensar en clave patriótica, sentando las bases de un desarrollo auténtico, priorizando lo nacional.

Aunque parezca mentira, los mismos que nos llevaron a la ruina y a la casi disgregación como país y como Nación soberana, hoy quieren volver a implantar sus políticas librecambistas y antinacionales. No permitamos que vuelvan a rebajar los salarios y las jubilaciones a nuestros abuelos como hizo Patricia Bulrich, no permitamos que nos vuelvan a robar nuestros ahorros y tengamos que volver a hacer cola frente a los bancos para que nos devuelvan nuestra plata a razón de ciento cincuenta pesos por semana y a romper las cacerolas contra sus puertas blindadas, mientras se llevaban la plata en nuestras narices a sus casas matrices.

Y ya que estamos, digamos que la claudicación del radicalismo colaborando y poniéndose a la cola de una pretendida restauración conservadora, echa por tierra la nobleza de su origen, de su historia ya centenaria, y desconoce las luchas de tantos boinas blancas patriotas.

Por otra parte, Scioli y Macri no son lo mismo como piensa parte de la izquierda y el progresismo, que hasta va a colaborar con fiscales para Cambiemos. Muchachos, no son lo mismo ¿Otra vez le van a errar fiero al vizcachazo como hicieron con Braden o Perón integrando la Unión Democrática? Votando en blanco resultan funcionales a Macri y todo lo que representa. Caracterizar a Scioli y a Macri como lo mismo demuestra al menos, una actitud egoísta y una miopía intelectual y política preocupante. Algunos ya lo advirtieron. 

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