Considero también que a esta altura de los acontecimientos, la evocación siquiera debe circunscribirse solo a quienes vivenciaron la época, porque Malvinas dolió y continúa punzando en la memoria de una sociedad joven que no se enorgullece de haber participado de un conflicto armado y que, muy por el contrario, va comprendiendo que nada justifica la pérdida de vidas humanas, y menos aún si representan la forma de pago de una absurda decisión.
A 34 años de Malvinas es hora de internalizar un concepto: el honor no reside en la victoria en una guerra; sino en transformar las heridas del combate en cicatrices indelebles que enaltezcan la dignidad de vivir y construir una Patria de paz, diálogo y respeto por la vida de los que ya no están, de los que continúan aquí y de los que están por venir.
16 noviembre 2024
Opinion