* Por Rosa Pavletich
Patricia Bullrich refuerza su narrativa del orden con un enfoque que no solo es ineficaz, sino profundamente injusto. En su afán por mostrar resultados en la lucha contra el narcotráfico, apunta a los jóvenes como parte del problema, los hostiga y persigue, utilizándolos como chivo expiatorio para inflar estadísticas y legitimar una política de seguridad que criminaliza la pobreza.
Patricia Bullrich refuerza su narrativa del orden con un enfoque que no solo es ineficaz, sino profundamente injusto. En su afán por mostrar resultados en la lucha contra el narcotráfico, apunta a los jóvenes como parte del problema, los hostiga y persigue, utilizándolos como chivo expiatorio para inflar estadísticas y legitimar una política de seguridad que criminaliza la pobreza.
Bajo la excusa de garantizar la seguridad en cada barrio, pueblo y ciudad, se propone enfrentar –de forma supuestamente coordinada– los factores estructurales que alimentan la violencia: el narcotráfico, el crimen organizado y la circulación ilegal de armas. Sin embargo, lo que vemos en la práctica es una avanzada represiva sobre los sectores más vulnerados. Nuestros pibes y pibas son perseguidos, fichados y culpados, mientras los verdaderos responsables del negocio del narcotráfico –los de guante blanco– siguen operando con impunidad.
El Ejecutivo nacional impulsa además el debate sobre la baja en la edad de imputabilidad, reforzando esta lógica punitivista que apunta a castigar al más débil en lugar de atacar las redes que lucran con la desesperanza. Esta medida no solo es regresiva, sino que profundiza la exclusión y rompe el tejido social de miles de familias en todo el país.
El foco está puesto en la juventud de los barrios populares, convertida en chivo expiatorio para justificar políticas que no resuelven el problema de fondo. Lejos de pensar en programas de reducción de daños o planes de acompañamiento y rehabilitación, se los criminaliza porque es más fácil mostrar mano dura que enfrentar a los verdaderos actores del narcotráfico, aquellos que controlan las cadenas de distribución desde los despachos lujosos, no desde las esquinas.
En vez de usar a la juventud como pantalla para engañar a la sociedad, el Estado debería garantizar derechos, oportunidades y políticas integrales que abracen a quienes más lo necesitan. La verdadera seguridad no se logra con represión, sino con justicia social.
* Apoderada
Partido Igualdad Rio Negro
13 junio 2025
Opinion