Esta animalización del ser humano a partir de la figura del mono tiene antecedentes.
Antes de avanzar en el camino, es preciso que quien lee y quien escribe compartan una idea: las palabras pueden tener violencia y desde las instituciones la violencia del lenguaje se magnifica. En la escuela hay personas en formación, hay verticalidad y autoridad: quienes denominamos, corregimos, guiamos y preparamos, estamos legitimados por formar parte de una poderosa institución.
En otro momento de la historia, decirle mono a un alumno no constituía una falta grave. Quizá, siquiera, una falta. Todavía hoy, habrá adultos que consideren una exageración este análisis o se rían de la situación. Este artículo, en cambio, se toma en serio un hecho de esta naturaleza y propone un debate sobre el sentido y la construcción simbólica.
Propongo pensar en la violencia que se cristaliza por medio del lenguaje. Pienso que es feroz. Llamar monos a sujetos en construcción, es decirles animales. Fijarles sus límites, etiquetarlos, burlarse, ridiculizarlos. ¿Qué estrategia empleó la docente? ¿Qué objetivo tenía? Esto tiene que ponernos en el foco de atención como educadores y cuestionar nuestro rol, repensarnos.
Nadie niega que es inmensa la tarea que llevamos adelante cada día como docentes. Somos cientos quienes nos esforzamos por imprimirles a nuestros estudiantes imágenes de esfuerzo, amor, valor, solidaridad, participación, derechos, responsabilidad y respeto.
Para esa docente de Viedma, por un momento, los chicos fueron monos.
¿Qué perspectiva epistemológica sigue? ¿Cómo se formó? ¿Quiénes son sus referentes? ¿Qué lee? ¿Qué piensa?
Propongo pensar de qué hablamos cuando hablamos de violencia en las escuelas, cuando hablamos de lo “violentos o irrespetuosos” que son los chicos.
Prof. María Fernanda Díaz
Docente de Nivel Medio de Viedma
DNI N° 32.138.929
16 noviembre 2024
Opinion