Nadie ignora en la actualidad la importancia que hoy los políticos otorgan a contratar asesores que realicen una buena campaña de comunicación, que permita a la totalidad de los electores conocer sus propuestas, ideas y proyectos y por esto, sin duda, hay que resaltar las notorias diferencias en el manejo de la campaña y comunicación en los casos del Frente para la Victoria y Juntos Somos Río Negro.
El equipo de JSRN entendió el uso de este tipo de estrategias como ninguno, poniendo en marcha una maquinaria de propaganda que mostraba al gobernador cerca de la gente de cada pueblo rionegrino, trabajando en pos de las soluciones de cada sector. Prueba de esto, es que Weretilneck haya viajado más de 40 veces a la ciudad de Bariloche, como lo hizo ante el problema de la ceniza, contrastando con aquella patética declaración de su antecesor, el radical Saiz, quien ante una situación similar dijo que el no podía hacer nada: “quieren que ponga un paraguas”. El cipoleño, resolviendo algunos problemas y otros no, siempre se mostró al servicio de la población, o al menos cercano.
La renegociación de los contratos petroleros, fue el sustento económico que necesitaba para asegurar buenos aumentos de sueldos y concretar y prometer obras pendientes que las distintas geografías rionegrinas demandan.
Por otra parte, la “des-ideologizacion” del oficialismo, también parece haber sido un gran acierto a lo largo de la campaña, logrando provincializar la elección y no quedar ligado a las disputas nacionales, adjudicándole la responsabilidad del fracaso de la fruticultura a Miguel Pichetto y al gobierno nacional, entre otros conflictos. Un proyecto de provincia sin condicionamientos nacionales, también tuvo un buen asidero en los rionegrinos.
Pichetto, en cambio, resaltó durante el desarrollo de toda la campaña su estrecho vínculo con la Rosada y, paradójicamente, los beneficios que esta relación traería a la ciudadanía. Además, solo se mostró como un hombre “listo para gobernar”, señalando cada uno de los cargos electivos por los que transitó, olvidando que los cargos legislativos no siempre son los de mayor proximidad a la gente.
La elección de su compañera de fórmula, Ana Piccinini, parece haber sido otra de las de las razones posibles que revirtieron lo que era hace seis meses una victoria segura. La mujer radical nunca fue aceptada por el peronismo, entre otras cosas, por el recordado escándalo de espionaje que llevo a cabo cuando ejercía como Defensora del Pueblo, en favor del entonces candidato a gobernador Carlos Soria. La falta de lealtad con sus propios también fue un error por el que el Senador pago un alto costo y, las veredas llenas de panfletos que rezaban “los peronistas votamos peronistas” durante el día de la elección, hablan por sí mismas. Esta campaña no fue la excepción para que Pichetto demostrara su poca empatía con la gente.
Las dos fuerzas restantes, la Coalición Cívica y la UCR, no pudieron nunca entrar en la discusión por la gobernación.
La senadora no obtuvo su caudal habitual. Quizás por presentar propuestas que no suelen ser de primera necesidad para la población, tal vez por haber querido resaltar en su favor la fragilidad de ser la única candidata mujer en una semana trascendental como la del “ni una menos”, además de haber sumado a sus filas figuras desgastadas y nada carismáticas como la de Mendioroz y la de otros radicales-CC.
Massaccesi también presentó un proyecto débil, en el que además de representar a un partido heterogéneo y en el que muchos de sus caudillos locales viraron a otras fuerzas políticas, se reflotaron propuestas de hace veinte años, solo siendo la autonomía de la ciudad de Bariloche, la única iniciativa en la que innovó.
El oficialismo optimizó recursos, hizo una excelente lectura de la realidad actual, priorizó una campaña moderna inundando a los rionegrinos de publicidades y jingles pegadizos y fue una gacela a la hora de explotar los errores ajenos para consolidar su posición.
Tal vez la decisión del gobierno nacional de refinanciar todas las deudas provinciales excepto la rionegrina, en un signo claro de discriminación y ahorcamiento, en los días previos a la elección, haya sido la metáfora del nefasto cajón incendiado por Herminio Iglesias en 1983 que colaboró para que Raúl Alfonsín alcance la presidencia.
La gente señalo a Pichetto como el responsable, tal vez por su permanente esfuerzo de jactarse como el representante e intermediario de la nación para cada obra o acción que llega a Río Negro.
Gubernamentalidad
Consultoría política
16 noviembre 2024
Opinion