La primera de las mentiras es enfrentar al Estado contra la Nación, como si fueran entes contrapuestos. La segunda de las mentiras es sostener que “el mejor Estado es el Estado mínimo”, de dónde debe reducírselo a la mínima expresión en sus funciones y magnitud. Que debe tener un rol subsidiario, es decir hacer sólo aquello que no genere riqueza a los privados, apenas mantener el orden público, fundamentalmente reprimiendo la protesta social que será inevitable por la aplicación de sus políticas. Construir la infraestructura necesaria para que los privados puedan obtener sus pingües ganancias, v.gr. construir ferrocarriles y rutas que sirvan a ese loable propósito (los suyos). Y, finalmente, vigilar la “pureza del mercado”.
“Toda otra actividad -fanatizan- en principio es perjudicial, ya que fracasa en el logro de sus objetivos, arma una burocracia inepta, ociosa y propensa a la corrupción, aumenta desmesuradamente los gastos y, en consecuencia, los impuestos; y al final desemboca en un exorbitante déficit fiscal, que es el culpable de la inflación y, por extensión, del ESbajo nivel de vida de la mayoría de la población”. ¿Cómo se evitan todos estos males?: achicando el Estado para que haga y gaste lo menos posible y emplee el menor número posible de gente. No importa que ello signifique abdicar de las obligaciones esenciales del Estado. Los servicios esenciales de salud, educación y seguridad cada vez más están a cargo de empresas privadas. Asimismo, deben suprimirse las regulaciones que “traban” la actividad económica. La mano invisible y sacrosanta del mercado (Adam Smith) todo lo puede y, lo mejor que puede hacer el Estado es abstenerse de intervenir.
Conforme a este “verso” neoliberal cuanto menos intervenga el Estado en la economía, cuanto menos administre, cuanto menos gaste, cuanto menos gente emplee, mayor será el desarrollo económico, menor la arbitrariedad y la corrupción, con lo cual se agrandará la Nación”. ¡Qué hermoso cuentito ¿no? si hasta enternece!.
Pues bien ¿Quiénes están detrás de este verso?. Según Alfredo Eric y Alfredo Fernando Calcagno (El Universo neoliberal, Ed. Siglo XXI) “Detrás de estas tésis están los grupos económicos nacionales y extranjeros, agrarios, industriales y financieros, que se resisten a la regulación de sus actividades por el Estado e identifican sus ganancias privadas con el engrandecimiento de la Nación. También se apropiaron de los activos de las empresas del Estado cuando se privatizaron. Es cierto que estos sectores dejan de impugnar la acción pública cuando se trata de recibir subsidios estatales o beneficiarse con sobreprecios en los contratos públicos” (Calcagno, ob. cit.).
Es una enorme mentira que el achicamiento del Estado lleve a la grandeza nacional, todo lo contrario, lleva a su debilitamiento y hasta su eventual desaparición. El Estado debe garantizar la soberanía nacional, la solidaridad social, debe elaborar y ejecutar políticas como regulador de la actividad económica general e incluso debe ser empresario cuando lo crea necesario y sobre todo fiscalizar la actividad privada.
El mentado achicamiento del Estado supone inexorablemente: la reducción del gasto social, la desprotección de la gente, el descontrol de los gobernantes, la injusta percepción de impuestos y el riesgo de desintegración nacional.
En épocas de la consolidación de nuestra nacionalidad, y más acá, con las dictaduras cívico militares que asolaron la República (una cada siete en 46 años de vida institucional) y, luego con el menemismo y De La Rúa, se ubicó en los cargos políticos más importantes a los llamados “gerentes” de los grupos concentrados dominantes para llevar adelante sus credos en su propio beneficio.
Hoy, ya no se trata de un mero “gerente”. El presidente Macri ES UNO DE ELLOS, integra los grupos. Franco Macri (su padre) se apropió de 39 empresas durante la dictadura y siguió acumulando durante los sucesivos gobiernos “amigos”. El Jefe de Cambiemos es “ellos”. Nació rico, fue educado como rico, vive entre los ricos y como rico, piensa como rico y gobierna como y para los ricos.
Cuando Macri dice: Vamos todos, a ese “todos” le da una significación que no es la que algunos engañados supone. Ese “todos” es “nosotros”. Es excluyente, no inclusivo. No incluye al empresariado y la industria nacional, tampoco a los asalariados y a las clases populares y sectores medios y medios bajos, urbanos y rurales, a los artistas e intelectuales, a la iglesia católica que ha optado por los pobres, incluido el Papa Francisco, a la pequeña y mediana empresa, a las organizaciones sociales, a la ciencia y la tecnología nacional, a la soberanía aeroespacial y satelital, en fin, a todo lo que tenga alguna vinculación con lo nacional y popular, especialmente, al kirchnerismo y particularmente a los laburantes.
En apenas tres meses, el macrismo ha dado acabadas muestras de que está aplicando a rajatabla el repertorio de la ortodoxia neoliberal: Más de 110 mil despidos, la mitad de ellos en el sector público y con desfachatados anuncios de que aumentarán.
Está cooptando al Estado mediante el desembarco en la conducción de las estratégicas empresas nacionales, de personeros de los grupos concentrados y dominantes. Nada más ni nada menos que YPF, recuperada en una decisión patriótica y nacionalizada por el gobierno anterior será conducida por el ex titular de Telefónica (sic) Miguel A. Gutierrez, quien estuvo 21 años en el banco estadounidense J. P. Morgan, origen común con Prat Gay (Mtro. de Hacienda), Luis Caputo (Sec. de Finanzas), Wladimir Warning (Sec. de Política Económica) y Damián Reídle ( Dir. del Bco, Central). El flamante CEO de nuestra querida y emblemática YPF dirigió la filial argentina de Telefónica de España. Ya se anuncian recortes de inversión, reducción del 15% de los gastos de explotación en unidades de desarrollo en las provincias, suspensión de personal.
En nuestra también querida y emblemática Aerolíneas Argentinas ya empezaron los recortes de vuelos, despidos y suspensiones. ¿Será este el camino hacia la pobreza cero?
En fin, de manual.
16 noviembre 2024
Opinion