Por la legisladora María Eugenia Martini, presidenta del bloque Frente de Todos.
En estos días la deuda
pública consolidada de Río Negro superó los 100 mil millones de pesos. La mayor
parte nominada en moneda extranjera, fruto del endeudamiento en acuerdo con el
Gobierno de Macri en 2017, y en gravosas condiciones para la provincia. Una
total falta de previsión y una peor administración.
Asumido con un dólar que en
mayo de aquel año cotizaba a 17,90 pesos, la provincia ha logrado pagar hasta
ahora obligaciones por 79,6 millones de dólares de los 300 originales del
llamado “Plan Castello”, sobre un costo definitivo de 464,6 millones de dólares
que deberán ser cancelados a mediados de 2028.
Es el financiamiento para un
plan de obra pública más grotesco y oneroso en la historia de Río Negro. Tanto
así, que la gobernadora Arabela Carreras confirmó que no se podrán pagar los
compromisos previstos para el próximo año que rondan los 92 millones de
dólares.
Las cuotas pendientes
totalizan 385 millones, reestructuradas luego de que la provincia cayera en
default en 2020. Hoy el fondo fiduciario que administra el Castello dispone de
menos de mil dólares en la cuenta. La totalidad de las obras previstas aún no
está concluida.
A finales de mayo la
provincia colocó casi 2 mil millones de pesos en Letras. A mediados de junio
vencerán otros 1.200 millones, pero esto no será suficiente: en septiembre
vencerán 10,6 millones de dólares del Castello.
El 1 de enero de 2012,
cuando Alberto Weretilneck asumió la gobernación, la deuda pública rionegrina
era de 4 mil millones de pesos. Hoy, una década más tarde, sobrepasamos los 100
mil.
El buen federalismo comienza
por casa. Una provincia maniatada por una deuda impagable es incapaz de
planificar su desarrollo autónomo. Carece de independencia económica, no puede
ejercer su soberanía política y empobrece a su propio pueblo.
16 noviembre 2024
Opinion