Hace 19 años, el 28 de
septiembre de 2004, un acto de violencia sin precedentes sacudió a Patagones y
la onda expansiva impactó en Viedma y el resto del país en cuestión de minutos.
A la hora el mundo entero se hacía eco de este hecho. Aquel día, en el aula del
Colegio Islas Malvinas, un joven de 15 años, Rafael Juniors Solich, desató una
tragedia que todavía pesa sobre la comunidad, especialmente en tres familias
maragatas. La matanza, que dejó tres muertos y varios heridos, conmovió a todos
y dejó una cicatriz indeleble en la memoria colectiva.
Juniors llegó a la escuela
aquel fatídico día con una pistola Browning 9 milímetros que había tomado de la
casa de su padre, un agente de la Prefectura Naval Argentina. Sin previo aviso,
abrió fuego contra sus compañeros de clase, segando la vida de Sandra Núñez,
Evangelina Miranda y Federico Ponce. Además, varios estudiantes resultaron
gravemente heridos en el acto de violencia sin sentido.
La inmensidad de la tragedia
dejó a todos en estado de shock, y la comunidad buscó respuestas y justicia.
Sin embargo, la ley de menores en ese momento arrojó un manto de incertidumbre
sobre el caso. Según lo estipulado por la jueza de Menores en turno en el
Departamento Judicial de Bahía Blanca, Alicia Georgina Ramallo, Juniors fue
declarado inimputable debido a su edad, evitando así un juicio que habría sido
inevitable si hubiera tenido un año más al momento del crimen.
La vida de Rafael Juniors
Solich tomó un giro inesperado desde aquel trágico día. Hoy, a los 34 años,
vive en una clínica neuropsiquiátrica, donde recibe tratamiento. La paternidad
también tocó su puerta durante su internación, dejando a Juniors con la
responsabilidad de criar a un hijo, fruto de una relación que inició durante su
confinamiento.
Después de su detención,
Juniors pasó un período en una base de Prefectura en Ingeniero White, seguido
de un traslado al Instituto de Menores El Dique, en Ensenada, un penal de
máxima seguridad para adolescentes. Sin embargo, la vida tras las rejas no le
sentó bien, y enfrentó numerosos conflictos, incluso llegando a autolesionarse.
Como resultado de estos problemas, fue derivado al neuropsiquiátrico Santa
Clara, en el partido de San Martín.
Durante años, los
profesionales de la salud realizaron estudios exhaustivos para entender los
motivos detrás de la masacre. Un primer informe sugirió que Juniors padecía
esquizofrenia, aunque su salud mental siguió siendo objeto de debate y
controversia.
En 2007, la jueza Ramallo le
otorgó un régimen de salidas, acompañado por un asistente terapéutico. En ese
tiempo, Juniors visitaba a sus padres y disfrutaba de momentos de libertad en
la zona de Punta Lara. Sin embargo, a pesar de estos permisos, su reintegración
a la sociedad se mantuvo elusiva. No pudo completar su educación secundaria ni
encontrar empleo estable. A pesar de ello, continuaba su vida con un relativo
anonimato, interactuando con personas que desconocían su pasado oscuro.
Cuando cumplió 21 años en
octubre de 2009, su caso pasó a ser responsabilidad del Juzgado de Familia N° 4
de La Plata. Un año después, fue trasladado a la Clínica San Juan de La Plata,
donde hasta el día de hoy recibe tratamiento psiquiátrico.
La incertidumbre en torno a
la situación de Rafael Juniors Solich persiste. Aunque ha disfrutado de una
libertad restringida en forma de salidas, nunca ha logrado una reintegración
completa a la sociedad. La falta de información pública sobre su situación ha
contribuido a envolver su figura en un misterio que perdura casi dos décadas
después de la trágica masacre de Carmen de Patagones. La comunidad sigue
buscando respuestas y justicia, mientras Juniors espera un alta que parece
esquivarle constantemente.
2 septiembre 2024
Patagones