En realidad -y sin ánimo de invalidar los mencionados incrementos-, podemos arribar a algunas reflexiones que deberían contemplarse a la hora de establecer los porcentajes de los aumentos anuales para los haberes mensuales de los trabajadores tanto públicos como privados.
En primer término, se debe considerar que esta cuestión nunca resulta transparente a la hora de las ecuaciones. En ese orden, se desconoce si a ciencia cierta, el porcentaje aumentado corresponde a la estimación aproximada del costo de vida a registrarse durante los diferentes trimestres del año (proyección estimada) o si en realidad, se aumenta en función del costo de vida acumulado en el período anterior.
Con esto se quiere expresar que, inicialmente, los parámetros utilizados para el aumento de sueldos han quedado totalmente relegados y-o desactualizados, ya que el costo de vida -la mayoría de las veces- resulta superior al de los haberes mensuales de los trabajadores por más que el INDEC, refiera en sus informes cifras levemente inferiores.
O sea, el aumento se presenta en forma posterior al incremento de los precios de la canasta familiar y-o servicios en general, por lo cual al momento del otorgamiento siempre permanecen relegados en un segundo plano. La causalidad y el efecto se asemejan en demasía a la paradoja sobre el primero en aparecer sobre el planeta, o sea, si fue el huevo o la gallina. Este gran dilema lo podemos utilizar para graficar esta compleja situación.
Por otra parte, podemos aseverar que la verdadera inflación mensual es aquella que se percibe al momento de comprar los alimentos comestibles de la canasta familiar y no la que precisamente informa mensualmente el referido Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Esta afirmación personal parece lapidaria o en contra de, pero en la realidad de los hechos resulta del modo señalado y surge la necesidad de expresar públicamente la verdad, dado que la misma está incluida dentro de nuestros derechos ciudadanos.
Actualmente, la necesidad de alimentarse para el ciudadano resulta más onerosa que vestirse, ya que en proporción, el precio de la vestimenta y de las prendas de vestir en general, son inferiores si comparativamente las cotejamos con los productos comestibles. Por ejemplo, un (1) kg de corte fino de carne vacuna cuesta en el mostrador un 20% más que tres (3) pares de medias o que un (1) par de alpargatas o zapatillas comunes. Tal vez la comparación parezca burda pero la considero para expresar una realidad insoslayable.
En ese orden, el combustible; las carnes; el transporte; los medicamentos; los servicios públicos; etc han sufrido evidentes aumentos mientras que los haberes mensuales de los empleados en general, no aumentaron en la misma proporción.
Al existir escaso poder adquisitivo, las ventas minoristas disminuyen notablemente y se origina un fenómeno como puede ser la recesión de la economía en general.
En el primer semestre del año ya se ha fijado la pauta salarial con los índices de aumento pero a su vez, desde la Secretaría de Comercio de la Nación, también se autorizó un 20% de aumento en los lácteos, taxímetros, etc. Ante el fenómeno señalado, la carrera de la inflación no cesa. Siempre y en honor a la verdad, la inflación que se registra en la actualidad con este Gobierno Nacional, resulta inferior a la que se presentaba en décadas pasadas donde el pan llegó a aumentar tres veces durante una sola jornada, lo cual forjó a un Presidente de nuestro País a retirarse sin cumplir el mandato constitucional que en ese entonces estaba establecido por un período de seis (6) años. En este caso, que la inflación resulte menor que en años anteriores, no la exime en absoluto de estar siempre latente y al acecho constante, lo cual nos obliga -como consumidores- a estar muy atentos al movimiento registrados en los precios.
Por último, a modo de proposición, deberían existir parámetros referenciales de base para que los haberes mensuales se mantengan en sus niveles originales como podría ser, transferirlos a medidas equivalentes, como por ejemplo, expresarlos en kilogramos de pan o en litros de combustible.
Continuando con esta línea de razonamiento, los haberes mensuales de la mínima categoría administrativa, un cargo base docente, un agente de policía o un auxiliar ingresante en la actividad privada podría percibir un salario equivalente a seiscientos (600) kgs de pan francés o a setecientos (700) litros de combustible como nafta súper. Entonces, al aumentar los productos y servicios en un determinado porcentaje, el mismo se trasladaría inmediatamente a los haberes mensuales, logrando la ecuanimidad que los empleados en relación de dependencia (pública o privada) tanto anhelan y necesitan.
Aunque lo señalado pareciera una utopía muy difícil de alcanzar debemos considerar que de algún modo se podrían “atar” estas variantes (sueldos-productos) porque de lo contrario la brecha entre ambos -con el transcurso del tiempo- resulta cada vez amplia.
Lo real sería que los aumentos se otorgasen previo a los incrementos de los precios para lograr compras masivas en escala y de ese modo, reactivar la alicaída economía local.
La sugerencia de “atar” o “ligar” las variables económicas entre sí en el plano laboral no se implementa porque resultaría de confusa aplicación, lo cual no quiere decir que no se pueda establecer porque con ello se lograría una mayor transparencia en la forma de fijar el otorgamiento de los aumentos de sueldos en general.
* Docente. Ex Concejal Municipal de Viedma.
16 noviembre 2024
Opinion