16 de junio: Bautismo de fuego con sangre de hermanos

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El 16 de junio de 1955, en uno de los actos sediciosos más aberrantes, asesinos camuflados como aviadores de la Marina, bombardearon Plaza de Mayo so pretexto de asesinar al presidente Juan D. Perón. Tal acontecimiento es el acto maldito de la historia argentina.

Barrido bajo la alfombra por la historia oficial, las bombas, metrallas y obuses, asesinaron a mujeres, niños y hombres del pueblo que estaban en la plaza para disfrutar de un homenaje al general San Martín o que simplemente llevaban adelante su vida cotidiana. Es tan grande la ofensa a la Nación, que ni siquiera existen cifras oficiales de los fallecidos.

Aquel lluvioso y frío día está guardado en la memoria del pueblo como el día de la "gran traición". Una especie de Brutus criollo; un Judas en la fe del consciente colectivo.

Pasaron muchos años y ocurrieron demasiados acontecimientos. Pero debemos detenernos en el hecho porque la falta de Juicio y Castigo a los responsables permitió que luego vinieran la tortura, el asesinato, los campos de concentración y los desaparecidos. Incluso, algunos de esos pilotos, como Zavala Ortiz, fueron “premiados” ocupando cargos importantes en gobiernos pseudo-democráticos. Y contaron también con la bendición eclesiástica ya que en sus alas llevaban la insignia de la Acción Católica.

El 16 de junio de 1955, conocido como el día del Bombardeo a Plaza de Mayo, es para la Fuerza Aérea un símbolo de vergüenza, y para nuestra historia es un reclamo permanente por esos argentinos inocentes que perdieron sus vidas en manos de quienes debían protegerlos.

Hoy, como militante del peronismo, cumplo con la obligación moral y el deber ético de recordar a aquellos mártires, para que la basura no ensucie mi memoria

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