Campeón mundial tres veces, otras tantas participaciones en Juegos Olímpicos, oro en los Juegos de Playa en Vargas 2014, platas y bronce en Panamericanos, quíntuple campeón nacional… Nadie se atrevería a discutir los antecedentes de quien dedicó -todavía dedica-, su vida entera a una relación íntima, cálida, profunda, con la vela, con el windsurf específicamente, desde los ocho años, cuando su padre lo invitó a navegar una tarde por el Lago San Roque de la cordobesa Villa Carlos Paz. Mariano Reutemann es de esos personajes que respira su deporte, se deja llevar por él, se divierte, juega y mira de frente la bravura del mar y el humor desprejuiciado de los vientos.
“Que no queden dudas: Las Grutas ofrece excelentes posibilidades para competir. Los Juegos Argentinos de Playa serán una ocasión más de corroborar que sus aguas reúnen condiciones ideales para navegar. Y eso que nunca tuve la suerte de competir en sus aguas, aunque sí he disfrutado varias veces como turista”, asegura este cordobés que en marzo cumplirá 40 años.
Pero la edad no es un condicionante para Mariano, que ya advirtió que “hay Reutemann para rato” cuando la mayoría le ponía fecha de caducidad a su brillante carrera deportiva. No solo no habrá retiro, sino que redobló la apuesta y ya está pensando en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. “Alguien pudo especular que porque no clasifiqué para Río 2016 me había llegado la hora de dejar la actividad, pero ni se me cruzó por la cabeza. Esa circunstancia (perdió el selectivo nacional con Bautista Saubidet Birkner, de San Isidro, provincia de Buenos Aires) no influyó en nada, o sí, me motivó todavía más”.
Su padre lo conectó con la vela y él continuó la tradición. Por eso su hijo Martín probó a sus siete añitos y desde los diez (tiene 13) se desempeña, en plena etapa formativa, en el circuito olímpico juvenil, categoría Bic Techno 293. También su sobrino Máximo compitió en esa especialidad, aunque desde este año se pasó al kitesurf.
El windsurf es un deporte de exigencia extrema, tanto física como mental. “El desgaste físico es altísimo. Son de 5 a 7 días de competencia y cada regata implica un desgaste similar al de correr un maratón. Las consecuencias en el cuerpo se manifiestan sobre todo en las manos. Se producen ampollas y hay veces que terminás con las manos en carne viva. La fuerza del viento hace que en ciertas ocasiones se te produzcan esguinces, desgarros y como situación extrema una fractura de tobillo, pero son cuestiones excepcionales, diría que sucede en el 1 % de los casos”.
Un windsurfer de alta competencia tiene en su equipo, además de entrenador, un preparador físico, nutricionista y un profesional que lo ayuda a gestionar las presiones, que las hay como en cualquier deporte que convive en el nivel de elite. “Los métodos elegidos por cada deportista se adapta sobre todo a sus necesidades. Yo me incliné por el yoga, aprovechando que mi entrenador (Hernán Vilá) es instructor en esa disciplina. Es una herramienta que me ayuda a abordar situaciones de presión y stress, que las hay aunque no parezca tratándose de un deporte no mediático”.
Hernán Vilá lo define como el último sobreviviente de una generación que empezó a brillar en los años 90, con Carlos Camau Espínola, Eduardo García Velazco y Marcos Galván. “Yo empecé siendo la mascota de esa generación de notables deportistas, tuve la suerte de aprender de ellos y ahora podría decirse que soy un espejo en el que se proyectan los chicos que empujan desde abajo. Si tuviese que nombrar entre varios a un futuro crack del windsurf argentino, citaría a Belisario Kopp, de Villa Carlos Paz, que se formó con este concepto de planificación y objetivos a largo plazo que fundamenta la vigencia exitosa de nuestro deporte”, remarca con satisfacción. Y pronostica: “Belisario será protagonista en los terceros Juegos Olímpicos de la Juventud de 2018 en Buenos Aires”.
En una disciplina donde la paridad hace que las regatas se definan por detalles, Reutemann remarca también la evolución permanente del windsurf. “Estar siempre atento a los cambios es fundamental para no perder terreno. La tecnología que de manera continua suma novedades, los accesorios, no solo repercute en la embarcación (es un hecho que pronto se desplazará más fuera que dentro del agua) sino que obliga al timonel a desarrollar nuevas técnicas para, por ejemplo, colocar la vela en otra posición, que defina un mejor ángulo y brinde a la vez mayor velocidad”.
22 octubre 2019
Interés General