Lisandro Aristimuño: "Lucho por contemplar el silencio"

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Cuando era pequeño, Lisandro Aristimuño pasaba las tardes con su guitarra criolla, sacando temas de los Beatles en una habitación perdida en Viedma, Río Negro. Tal vez por eso, por su origen patagónico, su música fue una bocanada de aire fresco para la escena porteña. En sus composiciones, el cantautor trenza, con una naturalidad sorprendente, ritmos folclóricos, samplers , incursiones electrónicas y toda una tradición de rock nacional.

El quinto disco de Aristimuño, el flamante Mundo anfibio , muestra su costado más roquero. Según él mismo dice, sus canciones están atravesadas por una misma problemática: la capacidad humana de adaptarse a la hostil vida moderna y sus continuas agresiones a la naturaleza. Aunque algunas de sus letras delinean un paisaje desolador (“todo se hunde en la noche”, canta en la intensa “Elefantes”), Aristimuño sostiene que el disco no tiene un tono pesimista. “Por el contrario, me parece que es muy realista y positivo. La posibilidad de mutar y revertir lo que el sistema dicta, no implica una mirada pesimista, sino más bien esperanzadora”, dice. Esta semana, el músico se presentará en Buenos Aires en el marco de la Gira Anfibia, que lo llevará a tocar en varias provincias, Chile y Uruguay.

¿Qué determinó el sonido de “Mundo anfibio”?

El sonido del disco es, quizás, más directo, crudo y carnal que el de mis trabajos anteriores. Quise poner en primer plano las guitarras eléctricas, la batería y las cuerdas. Intenté que el sonido fuera preciso y parejo y que el mensaje lírico no tuviera dobles sentidos. Cada disco tiene su personalidad. El capítulo dos de Las crónicas del viento , mi disco anterior, tiene un audio limpio y acústico, sin contaminación, porque su temática es la niñez. En este caso, es música para un mundo anfibio.

¿Por qué quiso hacer un álbum atravesado por un mismo concepto?

En los cinco discos que llevo editados, traté de trabajar bajo una temática o un concepto que funcione como un disparador de ideas, letras, sonidos y ambientes. Me gusta pensar los discos como películas y generar historias, personajes y una escenografía para cada canción. Me resulta más fácil verlo desde ese lugar. En este trabajo tuvo mucho que ver el nacimiento de mi hija Azul. Pude cerrarlo contemplándola en su hábitat acuático. A lo largo de la vida, uno va madurando, creciendo y mutando, y eso repercute en el oficio. Es este caso, en mi música.

¿Le resulta más fácil escribir con una idea clara en mente?

Sí, claro. Cuando tenés una idea y un guión –por decirlo de alguna manera– es más cómodo escribir, elegir los invitados, producir, etcétera. En Mundo anfibio la temática que quería abordar era muy clara: la mutación del hombre en el sistema. De todos modos, escribir las letras me demanda muchísimo. Es el campo en el que menos capaz me siento y, a veces, sufro mucho por no encontrar el vocabulario adecuado. Para escribir algunas canciones, puedo pasar meses tachando, reescribiendo y tirando papeles.

En las letras repiten imágenes de animales, ¿hay alguna razón?

Estoy en contra del asesinato de animales, de los mataderos, de la explotación. Cada día me estruja más el corazón la falta de humanidad del hombre en su trato con la naturaleza y con los animales en particular. Incluir figuras de animales deformados es una manera de manifestarme y colaborar desde mi pequeño mundo. La idea es dar alerta de todo el mal que le estamos haciendo a nuestro planeta.

¿Cambia de algún modo su percepción de los temas al tocarlos en vivo?

Siempre intento que, en vivo, los temas tengan una vuelta de rosca más y suenen aún más directos. En los recitales hago versiones de mis canciones porque me gusta que suenen diferentes al disco. Si quisiera que suenen iguales, preferiría que se escuchen las grabaciones, que tienen un arduo trabajo de estudio encima. Sobre el escenario, uno vive más que nada la comunicación con la gente. Creo que eso es lo que más me importa y lo más valioso de mi oficio como músico.

Viniendo de Río Negro, ¿tiene algún significado particular emprender una gira por las provincias?

Siempre intenté llegar a todo el país. El hecho de ser del interior me ayudó a construir esa visión. La gira de Mundo anfibio involucra a un staff de 15 personas: hay ocho músicos en escena, más los técnicos y los responsables de los efectos visuales. En los conciertos de esta gira vamos a contar con el equipo completo; no vamos a tocar con formaciones reducidas. Habrá cuerdas, percusión, muchas máquinas, guitarras...

Vive en Buenos Aires desde hace ya una década, ¿qué cosas ganó y perdió en este tiempo?

Acá atravesé muchas situaciones distintas y creo que todas fueron muy positivas. Lograr vivir de mis canciones es algo muy importante. Conocer de tan cerca a músicos que admiro y aprender de ellos, también es maravilloso. Quizás perdí un poco de calma, pero lucho todos los días por bajar la marcha y poder contemplar el silencio.

FUENTE: Revista Ñ

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