Informe estimó que cayeron más de 950 millones de toneladas de ceniza

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Según el informe, el mapa de las provincias de Río Negro y Neuquén se puede clasificar en 10 clases, de acuerdo al espesor de cenizas acumulado sobre el suelo. El área afectada muestra una dirección noreste y sudeste en coincidencia con los vientos dominantes de la región.

En Río Negro se observó que el 97% (19.700.000 hectáreas) de la superficie presentó algún grado de acumulación de cenizas, sin embargo en la mayor parte de la superficie (72%) el grado de afectación fue leve (menos de 0,2 cm).

En Neuquén, en cambio, la superficie afectada fue menor (4.700.000 hectáreas, que representan el 50% de la superficie) pero se encuentran las zonas afectadas con las clases de mayor espesor (desde 5 a 30 cm), en los alrededores de la localidad de Villa La Angostura.

Considerando la superficie y tomando el valor medio del rango de cada clase se calculó un volumen de aproximadamente 1.460 millones de metros cúbicos de cenizas esparcidas sobre el territorio de ambas provincias, que equivalen a aproximadamente 950 millones de toneladas (considerando una densidad aparente promedio de 0,65 ton/m3).

Para la validación del mapa se ubicaron las 55 observaciones reservadas para tal fin y se comparó el valor medido a campo con la clase predicha en el mapa. El 76,5% de estas observaciones fueron asignadas correctamente, mientras que el 14,5% fue asignada a una clase mayor  que la medida a campo (sobrestimación de la capa de cenizas) y un 9% fue asignada a una clase menor (subestimación de la capa de cenizas).

La metodología utilizada permitió cartografiar, con aceptable precisión, el área afectada por cenizas volcánicas en las provincias de Río Negro y Neuquén y diferenciar zonas con diferente grado de afectación (evaluado a través del espesor de cenizas acumulado sobre el suelo).

Desde la caída de la ceniza hasta su futura incorporación definitiva al suelo, transcurrirá un tiempo en el cual la ceniza será retransportada por diversos agentes, principalmente el viento y el agua. Se realizará un monitoreo de la evolución de las zonas afectadas mediante muestreos de campo y actualización de la cartografía a los 6 y 12 meses posteriores a la erupción.

La información generada es una herramienta de utilidad para mejorar la evaluación de los impactos sociales, económicos, productivos y ambientales de este fenómeno, mediante estudios de mayor detalle.

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