Tres poemas sobre Malvinas

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“Yo no calcé tu bota ni anduve a tu costado. Perdóname, te juro que lo siento. Yo no calcé tu bota de soldado, hermano y compañero. Me guarecí en el hueco de mi casa. Te supe afuera y me quedé adentro. Me fui a barajas… y te escribí estos versos”.

“Y tuya fue la niebla y los kelpers. Y mío el capote de repuesto. Yo, confortado en la cama de mi casa; vos, compañero, sin aliento. Yo no calcé tu bota, quedé en mis escritorios. Pobres trincheras de hombres muy pequeños. Yo me lavé las manos, Pilatos redivivo, te juro que lo siento”.

“Yo no soy digno de llamarte hermano, ni de que hables mutilado y muerto. Pero mírame con tus ojos limpios, criatura con fusil, misionero del viento. Yo no calcé tu bota de soldado. Es cierto. Te confieso y me confieso. Pero, mírame, mírame, te suplico. Abrí los ojos de hombre, niño muerto. Mírame, compatriota, una vez sola, una vez al menos. Yo no calcé tu bota. No anduve a tu costado. Perdóname. Fui cobarde. Perdóname, te juro que lo siento”.

El poeta y escritor Juan Carlos Distéfano fue uno de los primeros en glosar en versos la gesta de Malvinas. Su famoso poema “Yo no calcé tu bota, compañero” traducido a muchos idiomas y cuyos fragmentos reproducimos fue escrito un 20 de junio de 1982.

Alguien dijo que “no importa en la perspectiva de la eternidad el fracaso de los objetivos propuestos, sino el sentido y la magnitud del esfuerzo” y eso lo grita la gesta de Malvinas.

El poeta Ricardo Miro Valdés dejó otro poema antológico sobre los héroes de Malvinas. Merece ser recordado.

“Entre las explosiones y las balas/ arranque de valor eran tus gestos. /Retabas a la muerte en los combates/ y te encontró la muerte combatiendo. / Y de bruces caído para siempre/ y con los brazos de par en par abiertos/ parecías besar las islas nuestras/ que presentías se te estaban yendo. / Y así quedaste, gladiador quebrado/ sobre el erial del aterido predio, / con lágrimas de Dios en la llovizna/ con réquiem de clarines en el viento. / No pudiste volver, como soñabas/ con un puñado del terruño nuestro/ pero lograste concretar la gloria/ de jalonarlo con tus propios huesos”.

“El filo desgastado de tu pala/ fue buril en las lomas y los cerros; / allá quedó tu posición, marcando/ con tatuajes profundos los repechos; / tu fusil, al tirar, dejó su firma/ sobre el duro talud del parapeto; / los vados, con las huellas de tu paso/ que el frío congeló, tienen tu sello; / la tierra que sorbió tu sangre joven/ es de la raza de su propio dueño/ y avarienta retiene tus despojos/ reliquias frescas del fatal asedio. / Las nevadas platean tu descanso, / la quietud acompaña tu silencio, / pero la guerra sigue, camarada, / sin cañones, sin pólvora, sin  término”.

“Pues tu misión perdura bajo tierra/ más allá de las armas y del tiempo, / más allá de los íntimos crespones/ con que el dolor acuna sus recuerdos; / más allá de la pena de tus padres, / más allá de sus llantos y sus rezos, / con esos hitos del deber, que siguen/ sin rendirse, plantados en sus puestos; / jalones inmutables que no ceden; / centinelas helados, esqueléticos/ que con su voz admonitoria gritan/ el mandato que surge de tu ejemplo. / Algún día pondremos a tus plantas/ el pabellón del agresor, deshecho/Y ha de ser tuya la victoria nuestra/ que por los siglos, velará tus restos”.

“Ese día vendrá. Lo presentimos/ igual que lo soñaron los abuelos; / Lo reclama la sangre derramada/ y el honor de los bravos que cayeron. / Ese día vendrá. Lo proclamamos/ con unción de terrible juramento/ los que en el alma conservamos vida/ la voluntad postrera de los muertos. / Voluntad que con túmulos jalona/ las imborrables rutas del regreso. / Fuerza moral que salvará las Islas/ con la ayuda divina del Eterno. / Guerrero de Malvinas que luchaste/ tras agotar el último resuello: / desde lo más sagrado de su alma/ la Patria te lo jura: ¡Volveremos!”.

Finalmente en otra emocionada poesía el escritor Orlando Mario Punzi los recuerda en su “Oración a los soldados yacentes en Malvinas”.

“Están allí, tallados en la roca/ por el recio buril de la tormenta, / con un poncho de nieve cenicienta/ y un jadeo de escarchas en la boca. / Sobre las crestas del paisaje ciego/ detrás de los helados panoramas/ danzan entre relámpagos y llamas/ los monjes demoníacos del fuego. / Están allí, clavados en la cita/ con los místicos dioses irredentos. / La borrasca les da su rompevientos/ y la cruz del Sur les sirve de garita. / Deflagran en el aire como teas/ flores de horror, luciérnagas impuras, / y les lame las rojas mordeduras/ los lebreles de sal de las mareas. / Contra los vidrios del turbal inerte/ y en conjunción de lábaro y espada/ están allí, la piel descascarada/ de cuarto vigilante con la muerte. / El agua central de los riscales/ espuma, bajamar, onda, reflujo, / multiplica su trágico dibujo/ de cósmicos menhires ancestrales. / Están allí, marcados en la frente/ por el duro vector de la pelea, / mientras la rosa del amor flamea/ tal un guijarro más en la rompiente. Un holocausto de clarines puebla/ los ecos de las viejas generalas, / y abaten entre líquenes sus alas/ los arcángeles negros de la niebla. / Están allí, flanqueados por el genio/ del rayo, la pasión, los vendavales, / plantados como tótems astrales/ en el mítico fondo del milenio. / Tras un cielo de lágrimas ustorias/ perfil contra perfil, peña por peña/ el sol de medianoche les diseña/ su pátina de musgos y de glorias. / Están allí, ya nada los arredra/ brumas, alarmas, nevazones, miedos/ oxidada la costra de los dedos/ las raíces hundidas en la piedra. / Y al mandato final del hombre nuevo, / el alto mar, preñado de futuro, / grita con un dramático ¡sí, juro!/ la consigna del último relevo”.

Digamos con Carlos Obligado en este 2 de Abril: “tras su manto de neblina/ no las hemos de olvidar. / Las Malvinas Argentinas/ clama el viento/ ruge el mar”.

Jorge Castañeda

Escritor - Valcheta

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